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Coherencia 1, demagogia 0

El cumplimiento de la regla fiscal muestra que en el país económico hay una cierta continuidad.

En medio de los acalorados debates que acaparan la atención en nuestro país, el Ministerio de Hacienda publicó hace ocho días una cifra que pasó completamente desapercibida, incluso en los medios especializados. Al presentar su plan financiero, el Gobierno anunció que el déficit fiscal fue 3,1 % del PIB en 2018. Esto significa que se cumplió cabalmente con la Regla Fiscal, tal y como ha ocurrido año a año desde 2012, cuando entró en vigor este mecanismo que le impone un techo al déficit del Gobierno.
Es especialmente importante que esto haya sido así, entre otras razones porque al tratarse de un año electoral, más que en una ‘doble paternidad’ de dos gobiernos que tienen que compartir la responsabilidad, las finanzas públicas pueden caer en una cierta orfandad propicia para las recriminaciones. Lo que muestra es que hubo compromiso, tanto de la administración saliente como de la entrante, en lograr una reducción del déficit que, por cierto, no era fácil en un año en el cual los que salen quieren cerrar con broche de oro y los que llegan, ‘picar en punta’.
Para el logro de la meta de déficit fue indispensable que, en marzo pasado, en plena recta final de gobierno, el consejo de ministros, con algo de dolor pero con mucha responsabilidad, aprobara congelar más de dos billones de pesos en partidas que ya tenían aprobadas los ministerios. Esto permitió que los gastos del Gobierno en 2018 fueran los más bajos desde 2012. O, para ir más atrás y tener un punto de comparación, los gastos del Gobierno el año pasado fueron un punto del PIB –10 billones de pesos– menores que los de 2009. Por eso, quienes digan que en Colombia no hubo ajuste del gasto lo tienen que hacer a punta de discursos y no de cifras.
El cumplimiento de la regla fiscal muestra que, más allá de los acalorados debates que caracterizan el país político, en el país económico hay una cierta continuidad y coherencia. Las metas, y hasta cierto punto las estrategias, se comparten, así haya tácticas y estilos diferentes. Esto se debe, en parte, a que existe un grupo de funcionarios que trascienden los gobiernos, se han formado para el manejo técnico e idóneo de la economía, sin color político. Pero lo más importante es que esto le conviene al país.
Cuando el país político quiere tomar las riendas del debate económico, las cosas generalmente salen mal. Esto le ocurrió, por ejemplo, al partido de gobierno. Sus voceros en el Congreso persistieron en su estrategia llena de demagogia, aunque ya habían ganado las elecciones y estaban gobernando. Se dispararon un tiro en el pie al cacarear, sin una cifra, que la economía estaba en una profunda crisis. Los mismos empresarios le pidieron a la Casa de Nariño que interviniera para que dejaran de hablar de la debacle económica. Y con toda razón. Los niveles de confianza de los consumidores cayeron en picada desde agosto, y en diciembre ya mostraban un nivel preocupante. Aparentemente, el llamado de atención de los empresarios tuvo efecto, pues tanto el discurso politiquero como el pesimismo se han moderado.
Por cierto, en el documento divulgado por el Gobierno la semana pasada se proyecta un aumento del gasto público para este año, lo que invalida por completo la tesis según la cual el Gobierno gastaba en exceso. Ojalá los ingresos permitan financiar ese mayor gasto y el Gobierno pueda cumplir sus metas, incluyendo la regla fiscal, que es bastante exigente.
Y hablando de la regla fiscal, algo que ya tienen cerca de 90 países, el FMI y el Banco Mundial consideran que la regla colombiana es una de las mejores, lo cual también les hace homenaje a todas las personas que trabajaron en varios gobiernos en su diseño y adopción. Esto no quiere decir que sea perfecta, pero sí que cualquier cambio hay que pensarlo muy bien. Entre otras razones, porque algo que contribuye a su prestigio es que en Colombia la regla fiscal se cumple, no como en otros países, notablemente los europeos, donde es un saludo a la bandera. Colombia, desafortunadamente, no se puede dar ese lujo.
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