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‘Ella es Colombia’

Desde el arte musical, vocal y literario contribuye a conocer las raíces de nuestra cultura.

Martha Senn
Grato fue asistir en el auditorio Cafam a la obra de teatro musical de creación colectiva del grupo que lidera María Isabel Murillo titulada ‘Ella es Colombia’.
El público acostumbrado ya a disfrutar de este género aplaudió con alegría el estreno. Se trata de una policromía compleja, que desde el arte musical, vocal, pictórico y literario contribuye a conocer las raíces de nuestra cultura y lo que nos identifica como colombianos.
La cultura es una entidad viva que nos habita y en la que habitamos. Como tal, está en un permanente cambio que, a su vez, nos cambia cuando tomamos conciencia de su alcance transformador. El arte, desde cualquiera de sus manifestaciones creativas, es uno de sus alimentos.
En los tiempos presentes, que nos llenan por fin de esperanzas de paz, las voces de los artistas que exponen su visión de país se vuelven referentes ejemplares para el colectivo colombiano. Esas voces creativas son hilos conductores tejidos con las agujas de la armonía. Y si a ese tejido se entrelazan las voces de los millones de “ellos y ellas que somos Colombia” y que anhelamos que lo justo sea lo prevalente, se crea una fuerte red en la cual queda atrapado Egos, el monstruo de las mil caras, al que Misi le coloca en su obra máscaras de violencia, poder, guerra, corrupción, adicción, maltrato, perversidad, utilitarismo y narcisismo. Porque la alegría de la armonía y la alegría de lo justo son la alegría de la vida. Y precisamente eso es lo que este musical comunica, con una partitura bien pensada, diseñada e interpretada.
Se cantan y danzan varios párrafos del folclor popular de las diferentes regiones del país, aun al riesgo de romper las tradiciones coreográficas y de vestuario. Son pinceladas sonoras, contrastadas por acordes y melodías que evocan los estilos de Leonard Bernstein y Carl Orff.
En los musicantes, danzantes y coristas, bien concertados por el maestro Ricardo Jaramillo, se aprecia no solo el talento, sino la disciplina con la que se prepararon.
Obras de algunos de nuestros más reconocidos pintores, David Manzur entre ellos, estuvieron presentes para acompañar con sus colores, formas y figuras una escenografía bien lograda. Sobran, por ‘kitsch’, los enormes y titilantes tunjos de plástico colocados en los extremos del escenario.
Con una intencional ausencia de purismo que enorgullece a los libretistas, se ubica en Macondo a Caño Cristales, montañas, lagos, mares y llanuras, animales y aves.
Allí nace y crece Aluna, la protagonista, una especie de Bachué, interpretada por Natalia Bedoya, bella cantante en vísperas de madurez lírica, que con la “sencillez que la hace libre” canta y danza su misión de “conservar la diversidad como balanza de la vida”. Impulsada por la frescura y plasticidad de Viento, su amante, admirablemente encarnado por el bailarín Daniel Tovar, sale victoriosa en su empeño.
La maldad de Egos, el actor de buena presencia escénica Carlos David Salazar, y de sus malévolos secuaces hace temer una “condena a cien años de soledad”. Junto con los felices e ingenuos Flaminga, de Ana Beatriz Carrillo, y Serpentín, de Kristian Polo, los artistas involucrados tienen la oportunidad de aprender de la experiencia, la mesura y la excelente dicción de talentoso Diego León Hoyos.
Su personaje del sabio, Momo, nos evoca al Bochica de nuestra cosmogonía indígena. Mención especial a Paula Calvo, bella voz lírica y preciosa figura, quien interpreta con salero contagioso a Cumbia.
Y al final, nos alegra que el abanico de diversidad que felizmente se nos muestra con música, canto, danza, literatura y pintura es nuestra querida Colombia.
MARTHA SENN
Martha Senn
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