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¿Rajado primer año de la paz?

La calificación del éxito del proceso con las Farc está presa de criterios que no son absolutos.

María Isabel Rueda
Lo que quizás, del presidente Santos para abajo, jamás imaginaron fue que la consulta liberal para escoger candidato presidencial se convirtiera, sin que lo hubieran planeado así, en el examen del balance del primer año del acuerdo de paz.
Y menos imaginaron que iba a salir rajado.
En esa cita liberal se encontraron dos candidatos muy matriculados en la paz que pensaban lo mismo de sí mismos en relación con su papel en el proceso: que habían sido imprescindibles. De la Calle lo cree como negociador y Cristo, como gestor de la Ley de Víctimas. Daba lo mismo votar por uno o por otro. Pero es justo reconocer que De la Calle, que llevaba cinco años mojando titulares de prensa, tenía más posibilidades de atraer a miles de admiradores de la paz para que acudieran a votar por él en una consulta abierta desde otros partidos, para ungirlo como su ícono. Y eso no ocurrió. El voto de la paz por De la Calle se dejó contar en 365.658 votos, en los que el Estado tuvo que invertir 40.000 millones de pesos.
Gracia la de Cristo. Porque, como me decía graciosamente un amigo, que él no conoce todavía a alguien que se haya comprado en la vida un reloj D’Mario o que vote por Cristo. Y, sin embargo, 324.777 personas votaron por el ‘ministro de la paz’, como se presentó en sus cuñas.
En total, y gracias al Partido Liberal, el país supo que los colombianos le dan a la paz una calificación de 689.000 votos, lo cual denota cansancio, descontento, aburrición y escepticismo generales. Y, por lo tanto, De la Calle no la tendrá fácil a la hora de tocar puertas para que lo acepten en futuras coaliciones con sus 300.000 y pucho de votos mal contados.
Y mientras tanto, veo que la calificación del éxito del proceso con las Farc está presa de criterios que no son absolutos. No lo es, por ejemplo, decir que ha sido muy exitoso porque cesaron unas violencias. Que nunca en la historia reciente había habido menos muertes. Cierto. Menos desplazamientos. Cierto. Menos presencia territorial de las Farc. Cierto. Pero creo que es un enfoque cuantitativo equivocado. El gran balance está por hacerse. Porque hay cesación evidente de las violencias que provienen de las Farc, pero existen elementos del acuerdo en franco proceso de incumplimiento o, lo que es peor, de imposibilidad de ser cumplidos.
De la improvisación y chapucería de las negociaciones resultó distinto lo que se les prometió a las Farc a lo que se les ofreció a los colombianos y hasta a los poderes del Estado diferentes del Ejecutivo. Y del escrutinio cuidadoso de esos compromisos han surgido los rechazos de la Corte Constitucional y del Congreso. Santos negoció como jefe de Estado. Pero esa condición no lo autoriza para suprimir los poderes públicos, que es equivalente a comprometer su inactividad para que solo sean firmones de los deseos del Gobierno.
Ahora tenemos tres versiones sobre el destino de los desmovilizados, muchos de ellos ya amnistiados. La del señor Arnault, de la ONU, quien dice que se ha ido el 55 % de los excombatientes por desilusión y expectativas incumplidas. Alias Romaña le dijo a la W que la suma de evadidos para engrosar grupos criminales es del 20 %. Pero el Gobierno, por medio de su oficina de Reintegración, dice que por lo menos 1.000 excombatientes están enganchados por la agencia de Reincorporación ante pedidos de reintegración individual. ¡Ojalá! Pero ¿a quién creerle?
En cuanto a la coca, fue el enorme precio que pagó el Presidente por la velocidad con la que pactó la negociación y los acuerdos. Hubo y hay indolencia y permisividad ante los cultivadores. Pasamos de producirle temor al mundo por nuestro conflicto armado a que nos teman por ser un país cundido de coca.
Y no puede faltar en este balance el costo de la institucionalidad. Con la JEP creamos un Estado dentro del Estado. En la justicia ordinaria hay 74 magistrados para juzgar a 44 millones de colombianos, mientras que en la JEP, entre magistrados y funcionarios, habrá 73 para juzgar a 500 exguerrilleros.
Sí. Negar que ha mermado considerablemente la violencia de las Farc es innegable, y no puede ser un resultado para nada despreciable. Pero el camino para lograrlo, sembrado de disidencias, explosión de la coca y de minería ilegal, nos abrió un escenario de continuación de la violencia en un futuro no muy lejano, con unos nuevos o reciclados protagonistas.
Entre tanto… Resumen de la corrupción en Colombia: 30 millones de pesos por unos tamales. Ni que fueran de caviar…
MARÍA ISABEL RUEDA
María Isabel Rueda
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