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Abucheo: derecho democrático

La Farc no necesitaba salir a hacer proselitismo. Para eso, el Gobierno les reconoció diez curules.

Toda esa indignación que están produciendo entre mucha gente las correrías políticas de la Farc es explicable. En un acto de infinita torpeza, resolvieron dejar su marca criminal como divisa política. Pero, además, con gran arrogancia, pusieron en primera línea de su nuevo partido a los miembros del secretariado que más asocian los colombianos con sus crímenes.
Saltaron de la cama al calzón sin bañarse primero. Es decir, pasaron del asesinato y del secuestro a exigir el voto. Es cierto que la JEP aún no está en funcionamiento. Pero los negociadores de paz, como el candidato De la Calle, sí debieron haber previsto, teniendo en cuenta la indignación de los colombianos, una estación intermedia de estos tipos, para que no terminaran a la mañana siguiente tan campantes, recorriendo municipios en caravanas de carros blindados.
Más aún. La Farc no necesitaba, por ahora, salir a hacer proselitismo. Para eso, el Gobierno les reconoció diez curules gratinianas que no tendrán que ganarse buscando el pan ni el voto. Eso pretendía, precisamente, que pudieran tener la garantía de que harían política sin depender del esquivo apoyo popular, que la Farc, como es evidente por los abucheos, no tiene. Nunca le llegaron al alma al pueblo colombiano. A diferencia del M-19, que firmó la paz con Virgilio Barco en marzo del 90, logrando transmitir tanta buena fe que en mayo del mismo año, Antonio Navarro logró sacar 800.000 votos como candidato a la presidencia; y al año siguiente, sin que les regalaran una sola curul, el M-19 logró elegir a la tercera parte de los miembros de la Asamblea Constituyente.
Produce satisfacción ver abucheado a ‘Timochenko’ cuando uno recuerda a ese niño de 12 años con cáncer, hijo de un policía secuestrado por las Farc, que suplicó durante meses que lo dejaran ver a su papá antes de morir. Su ruego nunca fue atendido. Pero ellos están “sentidos” porque les gritan asesinos (asesino es una injuria y tiene efectos penales cuando se dice contra alguien que no lo ha sido); cuando les pregonan que paguen cárcel, que rindan cuentas. Y mientras tanto, en Bogotá llevamos una semana de desórdenes alrededor del tema de las basuras, protagonizados por gente que tiene manifiestas simpatías hacia Petro y la Farc, y de ninguno de ellos escuchamos una voz que llamara a los sindicalistas a dejar las vías de hecho, a no sabotear la recolección de las basuras, a no destruir los camiones de aseo.
Pues nosotros no podemos comportarnos como ellos. Yo sí quiero elevar mi voz para decir que las arengas pueden llegar a ser un juego peligroso y explosivo utilizado como táctica del momento electoral que se vive. Pueden conducir a problemas de orden público muy complicados. Ante todo, debemos rechazar ya, de manera radical, cualquier manifestación de estas contra la Farc en las que se utilice un mínimo de violencia, que debe ser controlada de inmediato por la Fuerza Pública. Por los policías que hoy los protegen, que son los mismos a los que antes emboscaban y asesinaban.
Pero voy, incluso, más allá.
¿Se puede abuchear a ‘Timochenko’? Categóricamente, sí. Es parte del lenguaje político. Así como el de echar vivas, el del abucheo es un derecho democrático.
Lo que pasa es que hay ciertos derechos que es más saludable o conveniente no ejercer. Por ejemplo: quien tenga uno de esos Rolex carísimos por los que están atracando a las personas tiene todo el derecho de irse a caminar a San Victorino solo por la noche. Pero es mejor que no ejerza ese derecho, porque puede crear consecuencias muy adversas no solo para él, sino para algún policía que lo oiga gritar y tenga que defenderlo. Es una provocación innecesaria.
Lo mismo pasa con los abucheos. Su emocionalidad facilita el paso a la intemperancia, y de allí solo hay un brinquito hacia la agresión física. Los historiadores recuerdan que antes de la Violencia liberal-conservadora de los años 50, llevábamos muchos años los colombianos atacándonos con especial virulencia verbal.
Además de solicitar enfáticamente que estas protestas no lleguen a las vías de hecho, también pido reflexionar sobre si el momento que vive el país, tan polarizado, tan irritado, con un proceso de paz tan cojo, no amerita que hagamos el sacrificio de abstenernos de ejercer el sagrado derecho al abucheo, porque, con la madurez suficiente, deberíamos preferir practicar un principio muy altruista: la prudencia.
Entre tanto... ¿Alguien sabe si el Gobierno sigue dialogando con el Eln? Como diría Álvaro Leyva, esa es una respuesta “muy personal”.
MARÍA ISABEL RUEDA
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