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La florecita antifeminista

La lucha feminista avanzaría mucho más si contara con la solidaridad de los hombres.

Un día al año, las oficinas florecen, las calles se contagian del perfume de rosas y margaritas: es el Día de la Mujer. Es costumbre que los colegas de trabajo, los novios, esposos, hermanos feliciten a las féminas por lo que consideran un motivo de celebración cada 8 de marzo. Los hombres llevan a las mujeres a cenar, las tratan "como princesas", y resuena esa frase de que a las mujeres no se las toca "ni con el pétalo de una rosa".
No hay, sin embargo, un énfasis suficiente en las razones fundamentales que motivaron la conmemoración de este día y la sociedad tiende a bajarle el volumen, al punto de que se vuelve inaudible: la equidad de género. Ese punto clave que inspiró el Día de la Mujer, la igualdad en todos los ámbitos de la vida, es todavía un ámbito para conquistar por las mujeres. Hoy en día sigue habiendo una brecha salarial vergonzosa entre hombres y mujeres que desempeñan cargos idénticos, todavía existe una tendencia a que la mujer abandone su carrera profesional por la maternidad y aún hoy hay un ambiente de hostilidad y acoso en general ante la lucha feminista.
Regalarles flores a las mujeres en este día no cambia la deplorable situación de la mujer en un ápice. Cambiar el comportamiento frente a la lucha feminista, en cambio, sí tendría un efecto positivo y necesario. Son los pequeños detalles, como evaluar el aspecto físico de una mujer, cuestionar su inteligencia, pagarle menos por su trabajo, exigirle más horas laborales, coquetear con ella, abordarla con insistencia en un bar, explicarle conceptos técnicos o teóricos que ella probablemente conoce mejor, callar ante el acoso los que minan y disminuyen las libertades de la mujer.

Ese punto clave que inspiró el Día de la Mujer, la igualdad en todos los ámbitos de la vida, es todavía un ámbito para conquistar por las mujeres.

La deconstrucción de estos comportamientos nocivos por parte de las mujeres avanza a paso de tortuga por la inmensa resistencia que opone la otra mitad de la humanidad: los hombres. Muchos de ellos –no todos– minimizan el derecho de las mujeres a exigir un trato igualitario, las acusan de ser ‘feminazis’, las consideran histéricas, insoportables, consentidas, inmaduras. No las escuchan y simplemente satanizan su difícil situación de opresión, perpetuándola.
Sin embargo, el feminismo, y el 8 de marzo como día esencial de este movimiento, no fue creado para atacar a los hombres o para reafirmar una supuesta superioridad de la mujer. El feminismo busca equidad, respeto hacia la mujer, y no hay en ello el menor asomo de agresión hacia los hombres. Y las mujeres lo reafirmamos día a día, aunque parezca un "disco rayado", porque todavía siguen muriendo mujeres a manos de hombres que las creen propiedad suya, las mujeres siguen ganando un 25 % menos que los hombres en promedio y sigue habiendo un dominio masculino en la escena política, en la academia, en las artes, en el manejo de la economía.
Todavía, hoy en día, es un riesgo que una mujer salga sola de noche en ciudades como Bogotá, y puede costarle la vida caminar de noche en la calle por zonas como la avenida Caracas o la autopista Norte. Y no, esto no es normal, es una aberración limitar la capacidad de circulación de la mitad de la población por el arbitrario criterio del género.
La lucha feminista avanzaría mucho más si contara con la solidaridad de los hombres, si hubiera en ellos más cambios de comportamiento y menos flores, más reconocimiento de la mujer como un ser humano capaz, digno de respeto y cansado de ser considerado un objeto decorativo que debe sonreír y complacer a toda hora.

El feminismo busca equidad, respeto hacia la mujer, y no hay en ello el menor asomo de agresión hacia los hombres.

Aún hoy, una gran cantidad de hombres considera que las mujeres nacieron para pasar la vida en la cocina, para servir al hombre (prostitución, secretarias, asistentes, empleadas domésticas) y dudan de que las mujeres estén en capacidad de dirigir empresas, países y de decidir qué es lo más adecuado para su cuerpo en materia de reproducción, en el aspecto sexual y en la forma en que quieren presentarse ante la sociedad.
Todavía hoy hay hombres que juzgan a las mujeres por el número de parejas que han tenido, por su fortaleza a la hora de liderar, por su forma de vestir, por su maquillaje, por sus opiniones. De allí la clara necesidad de seguir exigiendo respeto e igualdad de derechos para las mujeres, cubriendo todo el espectro de razas y clases sociales.
Que este 8 de marzo sea un motivo de reflexión para ese 50 % de la población que no ha tenido que librar las mismas batallas que las mujeres, que sea un día de aprendizaje, en que los hombres se bajen de su pedestal y se den cuenta de que no hay absolutamente nada que justifique el maltrato –y los aires de superioridad– frente a una mujer. Es probable, de hecho, que las mujeres tengamos mucho que enseñarles a los hombres en materia de compasión, tolerancia y resolución de conflictos, debido a que nuestra vida entera ha sido una batalla silenciosa.
MARÍA ANTONIA GARCÍA DE LA TORRE
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