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Ser ex

No hace daño reflexionar sobre el origen de la dificultad para asumir ese rol secundario.

Siempre seremos ex de cualquier cosa. Por mucho que protagonicemos episodios en la historia del mundo o en la vida de otros, hay alguno en el que no lo logramos porque nos reemplazan, o porque ese lugar ya no existe o porque, tal vez, en un momento de lucidez, por cuenta propia, decidimos que ya nuestro tiempo terminó y con gusto o con ardor cedemos ese puesto a alguien. 
Ser ex (de lo que sea) es dejar de ser, algo parecido al terrible no ser, no ser más eso. Al no concebir dejar de ser eso, el desequilibrio puede tornarse tan intolerable que preferimos negarlo y continuar ejerciendo nuestro papel titular desde un sitio imaginario, opinando, interrumpiendo, obstaculizando y criticando. Forzar una posición obsoleta, de esta manera tan arbitraria e inconsciente obligando a otros a padecer nuestro capricho, es evidentemente patético y hasta conmovedor.
No sé cuáles son los 'tips' para ser buenos ex, pero no hace daño reflexionar sobre el origen de la dificultad para asumir ese rol secundario.
Aunque voluntariamente nos apartemos de la vida de alguien o de algo, cuando vemos que hay otro que viene a llenar el espacio vacío, en ocasiones el ego se resiste a registrar esa realidad y a integrarla en su sistema, como si ese pedazo de no ser fuera su anulación absoluta, un pequeño bocado de la nada que le cuesta digerir.

Un mal ex no tolera la prudencia, invierte energía en demostrar que sigue siendo necesario y se especializa en molestar

El error puede provenir de creer que estamos diseñados para un determinado propósito, y que una oportunidad, un estatus, incluso un simple nombre, nos corresponden por derecho propio o nos están asignados por destino o por alguna clase de mandato superior. Probablemente sean estas percepciones amañadas sobre lo que somos y sobre lo que entendemos como nuestra misión, las que logran jugarnos las peores pasadas y provocarnos un dolor que por lo general se manifiesta con agresividad cuando ya no las podemos usar como prueba de identidad. Es de valientes vivir sin ningún propósito.
Un mal ex no tolera la prudencia, invierte energía en demostrar que sigue siendo necesario y se especializa en molestar, evitando así el duelo que implica aceptar ser desplazado o estar en segundo plano. Un buen 'tip' quizás sea apropiarse de la frustración original (esa sí nos corresponde) y vivirla a fondo en la intimidad de la conciencia para no actuarla afuera interviniendo en la nueva vida de los que nada tienen que ver con nuestro delirio de ser los actores principales.
MARGARITA ROSA DE FRANCISCO
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