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Los océanos

Tratado para proteger el medio marino en alta mar se firmaría en el 2020.

El año ambiental 2017 finalizó con una buena noticia: el domingo pasado, la Asamblea General de las Naciones Unidas votó positivamente la resolución para iniciar las negociaciones de un tratado internacional a fin de proteger el medio marino en alta mar. Esperemos que el 2018 nos traiga otra buena noticia: la iniciación de las negociaciones para acordar un tratado internacional que establezca la ‘tolerancia cero’ en la descarga de plásticos de origen terrestre en los océanos.
El tratado para proteger el medio marino en alta mar se firmaría en el 2020 e iría mucho más allá del Tratado del Mar. De conformidad con este último, cada país disfruta hoy de un conjunto de derechos sobre la soberanía y gestión de recursos dentro de sus zonas económicas exclusivas. Y, básicamente, todo lo que existe más allá de las 200 millas náuticas se considera área por fuera de las jurisdicciones nacionales, lo que equivale a aproximadamente el 44 por ciento de la superficie de la Tierra.
En suma, se intenta poner en orden el manejo de la mayor área del planeta, que muchos países han preferido que sea ‘tierra de nadie’, puesto que allí dan rienda suelta a sus intereses comerciales prácticamente sin control y sin ninguna consideración por la protección ambiental. Ahora se busca establecer un conjunto de reglas globales para coordinar la conservación y el uso de la biodiversidad marina; prever y mitigar el impacto ambiental de las actividades humanas en alta mar, incluyendo la pesca, la minería y el transporte marítimo; y conservar áreas claves de la biodiversidad mediante reservas marinas totalmente protegidas en alta mar.
Los escépticos locales dirán que este tratado es algo así como ciencia ficción, toda vez que si países como Colombia no son capaces de impedir la destrucción de sus recursos marinos y costeros próximos (véase el horror de Cartagena y su bahía), y menos sus 200 millas, es muy poco probable que el conjunto de países del mundo esté en capacidad de proteger el medioambiente marino de alta mar. Pero hay que decir que si tan solo se lograra crear un robusto sistema de áreas de conservación, el tratado ya sería un éxito, pues solo el 3,5 por ciento de los océanos del mundo están protegidos actualmente, mientras el resto está cada vez más impactado por la contaminación, la sobrepesca y la minería de los fondos marinos. Pero, naturalmente, se requiere mucho más, como lo preverá el nuevo tratado.
En la actualidad, la Organización de las Naciones Unidas busca establecer las condiciones para negociar un tratado internacional mediante el cual se prohíba la descarga terrestre de plásticos en el océano. Entre 5 y 13 millones de toneladas de plástico llegan a los océanos del mundo cada año para formar las aterradoras islas de este material y ser ingeridas por aves marinas, peces y otros organismos.
Se estima que las personas que comen regularmente mariscos ingieren hasta 11.000 micropartículas de plástico cada año. La invasión de los desechos plásticos es también un problema terrestre, y la mayor parte de los producidos desde los años 50 todavía existen, puesto que el compuesto petroquímico de que están fabricados tarda cientos de años en descomponerse. Las botellas de plástico representan una gran parte del plástico producido anualmente, y la mayoría terminan en rellenos sanitarios o en los océanos.
Se vendieron más de 480.000 millones de botellas de plástico en 2016 en todo el mundo, de las cuales 100.000 millones corresponden a Coca-Cola, según Green Peace. ¿No sería práctico, entonces, que, en un eventual tratado de tolerancia cero en la descarga de plásticos a los océanos, se exigiera a esta empresa y a sus semejantes (Nestlé, Pepsi-Cola) que solo utilicen botellas biodegradables o que las reciclen 100 por ciento? Si estas empresas ejerciesen en serio la responsabilidad social corporativa de la que tanto alardean, ya lo deberían haber hecho desde hace rato.
MANUEL RODRÍGUEZ BECERRA
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