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Hay Festival

El Hay Festival ha mejorado de tal manera que hoy bien podría interpretarse como la más audaz apuesta contemporánea de consiliencia y tercera cultura.

Para los griegos, la belleza era aletheia, la verdad. De ahí viene el kalos kai aghatos, convergencia entre lo verdadero, lo bueno y lo bello. La verdadera sabiduría, o sindéresis, era la unión entre la ciencia, el arte y la ética. El arké. Pero todo esto se daba no en la teoría sino en la práctica, como resultado de la interacción ciencia, arte y ética en la mente de las personas. Mucho después, E. Wilson proclamó la consiliencia, virtuosa unión del conocimiento: ciencias, artes, humanidades, ética y religiones. C. P. Snow introdujo el concepto de la tercera cultura, para volver a unir lo que el positivismo desunió: arte y ciencia.
En todo esto pensaba en Cartagena este fin de semana –y perdonarán los lectores la erudición–, pues el Hay Festival ha mejorado de tal manera que hoy bien podría interpretarse como la más audaz apuesta contemporánea de consiliencia y tercera cultura. Que no obedece a un orden rígido, por demás no posible si atendemos la prolija oferta de actividades que ofrece, sino que facilita que el azar cumpla su trabajo renovador en la mente dispuesta de quienes asisten, que son miles.
Mezcla libre de arte, ciencia, periodismo, literatura y música, adobada, ¡cómo no!, por la indispensable rumba para que todo lo anterior se aclimate mejor en el corazón de quienes deciden abandonarse a su disfrute. Lugar distinto del Caribe para ello no es posible, donde la vida empieza a celebrarse muy temprano y acaba tarde. Allí fuimos convocados a conjurar la vieja maldición china que amenaza a los del norte, para reafirmar nuestra esperanza en la paz. Construir el país que hemos soñado va a requerir de nosotros altas dosis de ciencia, arte, buen periodismo y poesía, bien mezclados y sazonados de solidaridad y paciencia.
Por eso no resultó exótico que nos ofrecieran como coctel de bienvenida la poderosa mezcla del genial Yuri Buenaventura con un neurocientífico, Boris Cyrulnik, y después, como entradas y platos fuertes al mismo tiempo servidos, Leonardo Padura y Liniers, Carmen Aristegui y Henry Marsh (otro científico), Pérez-Maura y Sebag Montefiore, Andrea Wulf y Alexander von Humboldt, Bob Dylan y Jaime Abello, James Rhodes y Alberto Fuguet, Luna Miguel e Ignacio Morgado, Phil Manzanera y Hernán Peláez, y van a Santa Rosa, Magangué, Medellín y Riohacha. Dije ‘entradas y platos fuertes’, faltó decir Leo Espinosa, la mejor de todas. Al Hay hay que volver.
Manuel Guzmán Hennessey
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