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Cuestión de locos

El mundo está en manos no de los científicos, sino de los locos más peligrosos.

La solastalgia es algo así como la tristeza por el medioambiente perdido, expresión del filósofo Glenn Albrecht. Tiene su origen en los conceptos de consuelo y desolación. Especie de nostalgia que se experimenta sin haberse ido, cuando el paisaje cotidiano cambia negativamente. Un desarreglo psíquico, evidentemente.
Pero hay otras clases de locos. Los quietistas, por ejemplo, capaces de negar la realidad de la ciencia climática y proclamar que lo ecológico es una forma indirecta de imponer el socialismo. Bruno Latour dice que estos están locos a fuerza de estar quietos. Hay también los geosabios, que por ahí andan tramando disparates, como intervenir el sistema terrestre para resolver las cosas apoyados por la geoingeniería. A estos hay que amarrarlos.
Sin embargo los más locos de todos son, como siempre, los que aparentan ser más cuerdos. Se bañan y se afeitan todos los días y algunos, incluso, trabajan en los bancos. Creen que el mercado resolverá el desequilibrio del clima, que las reglas de la acción colectiva y de la economía son infalibles. Peligrosos. Y me faltan otros que se bañan un poco menos, pues han decidido vivir a lo natural en comunas comiendo semillas. Si entran al portal monbiot.com, los verán: tranquilos pero corridos, están en su derecho de vivir como quieran, pero esto no soluciona nada.

Hay otras clases de locos. Los quietistas, por ejemplo, capaces de negar la realidad de la ciencia climática y proclamar que lo ecológico es una forma indirecta de imponer el socialismo.

Pensando en todo esto, y viendo el poco fútbol que alcanzo a entender me he preguntado: Qué clase de locos seremos los colombianos que nos quedamos quietos ante la cifra de deforestación revelada esta semana: 219.973 hectáreas de árboles, un aumento del 23 por ciento con respecto a 2016, cuando se arrasaron 179.000 hectáreas (datos del Ideam). ¿Por qué no hablamos masivamente de esto y actuamos? ¿Hasta cuándo y hasta dónde llegaremos?
¡El Amazonas! Potrerización, praderizacion, especulación sobre la tierra, cultivos ilícitos, pero, especialmente, según diagnóstico de especialistas, nuevas infraestructuras irregulares que rompen la conectividad de los ecosistemas. Edward Wilson, padre de la biodiversidad, ha propuesto destinar a la conservación de la naturaleza la superficie de medio planeta, como medida para salvar la inmensidad de formas de vida hoy amenazadas. ¿Una idea loca? No, pero irrealizable, porque el mundo está en manos no de los científicos, sino de los locos más peligrosos: los cuerdos que se afeitan todos los días.
MANUEL GUZMÁN HENNESSEY
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