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Saber elegir

Poder elegir en libertad es un privilegio, más ahora cuando se siente la paz.

Luis Noé Ochoa
Este domingo Colombia se prepara para otra ‘fiesta democrática’, como se ha dicho siempre, porque los políticos bailan en una pata, así uno pague el pato. Ha sido una fiesta, porque, a ritmo de papayera, le daban lechona al marrano, y al otro día –como en Navidad– quedan muchos quemados, con guayabo y deudas.
Poder elegir en libertad es un privilegio, más ahora cuando se siente la paz, sin Farc, que cambiaron el fusil por los votos. Siempre será “la esperanza de un país mejor”; y siempre los políticos en contienda, amables, queridos, saludadores, amigos, con sonrisa de reina en pasarela, prometerán salud oportuna, citas con especialistas en dos horas y servicio de urgencia donde lo están esperando los médicos y enfermeras en la puerta, corrupción en sus justas proporciones, bajar los impuestos, mejores salarios (así en su gobierno, caso Uribe, haya reducido las horas nocturnas), educación hasta en TransMilenio, no más tramitomanía, no más disfunción eréctil, dos días de sol y uno de lluvia, primer empleo profesional bien pago...
La política es una bella profesión, pero es una empresa. Y el político es, en parte, el culebrero, el vendedor de ilusiones que todos llevamos dentro. Y, para ser justos, muchos son serios y convencidos servidores públicos, que por principios buscan un país mejor y quieren ser voceros de la sociedad. Que los hay, los hay. Lo que pasa es que, como dijo un taxista, “hay unos que le dan en la cabeza a la gente y se tiran el gremio”.
La responsabilidad está en que sepamos elegir para que no nos hagan la fiesta democrática. Hay políticos de trayectoria limpia, hasta donde se sabe; hay nuevos confiables, con hojas de vida conocida. Es la oportunidad de renovar. Es ahí donde está el valor del voto, que no son cien mil pesos, porque eso es lo mismo que mostrar pierna, recibir el billete y eche pa’ la pieza. Además, cuidado, pues, por fortuna, ahora sí se penaliza la prostitución electoral, pues en los nuevos delitos políticos puede pagar hasta nueve años de cárcel tanto el que peca por la paga como el que paga por pecar; el que paga por el voto y el que cobra por votar.

Uno elige a sus representantes para que trabajen, no para que respondan a lista y se vayan a darse un septimazo.

Hay que votar. Pero es clave no hacerlo por los que han traicionado la confianza, por las fichas de los corruptos presos. Eso es irse de bula; eso es besaile la mano al corrupto. A esos, hay que decirles: “No voy, ‘Ñoño’ ”, sino: “Ya voy, Toño”.
Tampoco, votar por los ausentistas profesionales. Porque uno elige a sus representantes para que trabajen, no para que respondan a lista y se vayan a darse un septimazo, o de compras, o de visita, seguramente con gasolina pagada por nosotros, sin importarles un cucurrucú paloma que se reduzca el quorum y se tenga que levantar la sesión, mientras ellos se levantaron la bata.
Qué bien que el Consejo de Estado le ponga tatequieto a esta sinvergüencería. Y es que nos están robando a todos, pues un charlamentario gana 31 millones larguitos al mes, más arandelas. O sea, más de un millón al día. Entonces, por lo menos, que asista, proponga, presente proyectos, así sea poner una estación de gasolina en el espacio aéreo para retanqueo de aviones. O, en un arranque de patriotismo, que no les paguen los días que no asistan a la sesión. Por eso, es lógico que los ausentistas pierdan la investidura, que no es tan grave si ya han perdido la pena.
Hay 2.739 opciones para 268 curules en 385 listas. No será fácil enfrentar el tarjetón, o tal jetón, como me dijo un campesino, pero no hay que tenerle miedo. El miedo debe ser a que otros elijan a los que no lo merecen ni convienen. Y votemos con respeto, sobre todo por la paz. Y como decía un viejo en Suaita hace años: “Que viva el partío, / que viva el completo, / yo voto tranquilo / y déjenme ‘queto’ ”.
LUIS NOÉ OCHOA
luioch@eltiempo.com
Luis Noé Ochoa
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