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Nuevo pacto de paz

Cada vez que los líderes mundiales y locales se estrechen la mano será motivo de alivio.

Luis Noé Ochoa
La paz es un sentimiento mundial. Cada vez que se salven vidas, que amainen los conflictos, debemos celebrar. Siempre se me aguarán los ojos al ver esas imágenes de la tragedia de Siria: niños en el piso dormidos para siempre, tal vez por un gas oficial, o con la carita hecha polvo tras una explosión y por la que la sangre y las lágrimas bajan como ríos de dolor.
No me cansaré de agradecer a Santos y a De la Calle la firma del acuerdo con las Farc, con los defectos que haya tenido. Y votaré por quien defienda los acuerdos y los fortalezca.
Por esto, cada vez que los líderes mundiales y locales —que se han mirado como taxista a los de Uber— se estrechen la mano será motivo de alivio.
Es para celebrar con 14 cañonazos la cumbre histórica entre las dos Coreas, iniciada en la frontera de ambos países. Kim Jong-un, de Corea del Norte, y Moon Jae-in, de Corea del Sur, en acto lleno de simbolismos y esperanza, se aflojaron las ‘coreas’, cada uno puso el pie en la frontera ajena, se estrecharon las manos y se dirigieron a la Casa de la Paz, en Panmunjom.
Ese es un hito, como diría Hirohito, pues estas dos naciones técnicamente están en guerra desde 1950, ya que no hubo un tratado de paz. El camino es culebrero, y están de por medio muchos misiles y cabezas nucleares dormidos, y poder mundial. Pero se ha dado un paso gigantesco para el futuro del mundo.

Para Colombia es de gran significado que los candidatos presidenciales hayan firmado el pacto nacional de no violencia en las campañas políticas.

Y pensar que aquí los viejos amigos Juan Man-kim y Ma-Moon Urib-in no pudieron hacer las paces porque todo ha sido ‘paempujóm’. Todo como un componente de una política nuestra a lo ‘Bronx’, llena de odio y rencillas. Gas, como dice Al Asad. Cómo será que en el Centro Democrático se insultan entre ellos mismos.
Por eso, para Colombia es de gran significado que los candidatos presidenciales hayan firmado el pacto nacional de no violencia en las campañas políticas, promovido por el Consejo Nacional de Paz y Reconciliación, con la vocería y bendición de monseñor Héctor Fabio Henao.
Según ese acuerdo, imperarán las ideas por encima de las estigmatizaciones, habrá una campaña sin insultos, sin agresiones ni otras formas de violencia.
Eso pedíamos, eso necesita con urgencia el país. Dios quiera que no aparezcan los del No alegando que eso quedó mal hecho y terminen matando esta magnífica iniciativa. Y entonces alguien dirá: “Es un buen muerto”. Gas.
Lo firmado es clave. Los candidatos también invitarán a seguidores y militantes a que no recurran a la violencia en su nombre, a que “ofrezcan información veraz y no acudan a intimidación, coacción o corrupción electoral”. O sea, el pacto es pacífico y ético. No levantar falsos testimonios ni mentir.
Claro que lo de no mentir en política, y más en campaña, es más difícil que bailar salsa en zancos, pues un candidato puede decir “nadie se volverá a acostar con hambre”, “agua potable para todos”, “exportaremos aguacates en lugar de petróleo”, “San Andrés tendrá el mejor hospital del país”, “bajaré la edad para las pensiones”, pero del dicho al ‘lecho’ hay mucho trecho, decía una amiga.
Estimados candidatos, en verdad estamos cansados de agresividad, de violencia, de divisiones, de que en política también haya cabezas nucleares. Ese tono respetuoso de los debates debe seguir imperando, no se dejen azuzar.
Debemos tener una campaña con altura, pues hemos llegado al punto de que da miedo hablar de política. Cuando nos preguntan: “¿Cuál es su candidato?”, uno se siente como entre barras bravas con la camiseta del equipo contrario.
El mensaje de la firma fue afortunado y oportuno. Que se cumpla, que podamos votar más por programas que por ‘ferragamos’. Más por cracs que por Crocs, porque aquí hay gente descalza. Y todo en paz.
LUIS NOÉ OCHOA
luioch@eltiempo.com
Luis Noé Ochoa
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