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Feliz retorno

Hagan la señal de ‘todo bien’ a nuestro Ejército. Y ustedes, dirigentes, manejen con cuidado.

Luis Noé Ochoa
Cuando se lea esta columna, la Semana Santa estará expirando. Quiera Dios que haya sido tranquila, interpretando no tanto la palabra ‘tengo sed’, porque después tengo guayabo. Que haya sido reflexiva, de perdón, reconciliación y alegría. Que todos regresen a casa. Que la plata haya alcanzado. Lamentable la muerte del joven cantante Martín Elías, quien ya estará con Diomedes. Los acordeones lloran hoy. El ‘ay, hombe’ es un lamento.
Cada Semana Santa, en el caso de este servidor, está llena de recuerdos de infancia, y seguramente será así para muchos. Porque eran tan diferentes, llenas de fe, de respeto, silentes. Creo que un día conté que mi viejo, católico, sacaba la historia sagrada del viejo baúl, también sagrado, donde echaban partidas de bautismo, escrituras del terruño, fotos en blanco y negro de los abuelos, o de los niños formados, recién bañados, tiesos, con una tía de visita.
Todo comenzaba el Miércoles de Ceniza, cuando se decía con inocencia y devoción: “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”. Después, los curas suspendieron el polvo. Bueno...
Y, luego, el Domingo de Ramos, que era y sigue siendo un crimen ecológico. Para ese día, mi querido viejo hacía las matracas con guadua y una ruedita dentada de calabazo. Y nos enseñaba que ellas eran señal de luto y dolor por la condena de muerte a Jesús. Era, en verdad, de dolor, porque casi nos descalabrábamos con los demás chinos. De allí creo que viene matracazo, o tramacazo, que dolía más que si uno fuera una víctima y no lo dejaran hablar en el Congreso porque Ur... ¡’vade retro’, Satanás!, que hoy no quiero hablar de políticos.
Era una semana bonita. Sobre todo el jueves y el viernes: no había castigos, no se cortaba leña, no hacíamos tareas y todos, en familia, oíamos a papá leer... Había galletas, pescado, pan, cordero... Aún lloro por Motas, mi cordero compañero, al que en una Semana Santa le dieron su matracazo, y se lo ofrendaron a Dios y a los vecinos.
En esos días aprendíamos los diez mandamientos. Hoy, todo ha cambiado. El “no matarás” se viola todos los días. Mañana, día de Resurrección, dedico una oración por usted, Claudia Johana Rodríguez, a quien dejaron sola, en la mira de un feminicida condenado por asesinato, pero en libertad porque alegó problemas mentales, y la mató en su trabajo. Pero alguien se lavará las manos como Pilato. No robarás. Uff. Aquí se reirá el que vendió a Jesús. ¿Qué pasó, querido Moisés, con el séptimo mandamiento? Como que los papás de esta ‘degeneración’ de políticos no les leyeron las tablas, o les faltó darles tabla. Aprendieron más de los valores económicos que de los morales. No se ría, don Sata.
Esta debería ser la gran reflexión no de esta semana, sino siempre: ¿por qué las conciencias se pudrieron? ¿Por qué tanto sepulcro blanqueado? ¿O dinero blanqueado? Pero todos se lavarán las manos, pues al cohecho, pecho. Todos resultan santos, condenando a Santos. ¡Vade retro, Satanás!, que no quiero hablar de política.
Pero también del octavo mandamiento, “no levantarás falsos testimonios ni mentirás” –ja, ja, se reirá don Sata–. O no desear los bienes ajenos. Y creo que se decía ni la mujer de tu prójimo –ja, ja, seguirá don Lucifer, que anda saliendo con otra mujer–. El que esté libre de estos pecados que tire la primera piedra.
Yo creo que mucho debe revisar la sociedad con la ayuda de la Iglesia. El mensaje que nos debe traer el Papa tiene que ser: no robarás, no envidiarás ni codiciarás presidencia ajena. Y que nos inculquen respeto por la vida de los demás. Feliz retorno, hagan la señal de ‘todo bien’ a nuestro Ejército. Ellos son los verdaderos triunfadores. Y ustedes, dirigentes, manejen con cuidado.
LUIS NOÉ OCHOA
Luis Noé Ochoa
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