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Estrategia fallida

La prohibición ha generado consecuencias inesperadas: crimen organizado, corrupción y muerte.

La muerte del doctor Gustavo de Greiff causó en el país mucho dolor. Ciudadano ejemplar, sobresalió como abogado, colegial y rector de la Universidad del Rosario, como catedrático, consejero de Estado, primer fiscal general de la nación y embajador en México. Su vida, interesante y productiva, fue bastante agitada y en algunos aspectos controvertida. Porque el doctor De Greiff, siempre valiente y decidido, no vaciló en defender audaces propuestas que muchos consideraron equivocadas. Por ejemplo, siempre mostró su desacuerdo con la política antidrogas que nos impuso el Gobierno de Estados Unidos, y como fiscal general propuso que se estudiara la posible legalización del mercado.
Atreverse a cuestionar una política impuesta y financiada por el poderoso imperio gringo y, en el corazón de ese país, dictar conferencias sobre esa propuesta, como lo hizo en Harvard y Baltimore, y, además, escribir artículos sobre el tema, uno de los cuales fue publicado por The Washington Post, fue una audacia que en ese momento tampoco le cayó muy bien al presidente de Colombia. Sin embargo, tras duro intercambio de mensajes con la importante fiscal gringa Janet Reno, el fiscal De Greiff mantuvo su propuesta. “Los narcotraficantes no merecen las utilidades que les estamos ayudando a ganar”, afirmaba... No obstante la validez de sus argumentos, insistir en el estudio de la legalización del mercado de drogas le salió caro: el presidente Bill Clinton le quitó la visa.
En su libro El fiscal: la dualidad de una imagen, la abogada y periodista María Teresa Herrán da cuenta y razón de cómo fue el corto, memorable y accidentado desempeño del doctor Gustavo de Greiff como primer fiscal general. Se posesionó el 1.° de julio de 1992, para un período de 4 años. Y en el término de la distancia, pues no había tiempo que perder, se dedicó a crear una nueva estructura, a coordinar entidades, a distribuir funciones para que la antigua Dirección Nacional de Instrucción Criminal se convirtiera en la nueva Fiscalía. “Los que actuaban y pensaban como jueces, a partir de julio 1992 tendrían que pensar como fiscales”, anota M. T. Herrán en su libro.

Gustavo de Greiff siempre mostró su desacuerdo con la política antidrogas que nos impuso  Estados Unidos, y como fiscal general propuso que se estudiara la posible legalización del mercado.

A toda máquina, con la colaboración del abogado Francisco José Sintura, el fiscal De Greiff echó a andar esa nueva entidad, que, según dicen, “ha llegado a ser el fortín burocrático más poderoso del país”. En esa nueva entidad, cuya transformación tuvo obvios tropiezos, el fiscal De Greiff permaneció poco tiempo. A los dos años de estar ejerciendo y resolviendo asuntos de gran magnitud, se vio forzado a dejar el cargo.
Próximo a cumplir 65 años de edad, la Corte Suprema presionó su salida. Sin querer, tuvo que retirarse. Como premio de consolación lo nombraron embajador en México.
Después, por su cuenta y riesgo, el doctor De Greiff continuó estudiando y cuestionando la guerra contra las drogas. En 2011, en un ensayo publicado en la revista de la Universidad del Rosario titulado ‘Balance de una estrategia fallida’, demuestra con ejemplos y cifras que destruir cultivos y laboratorios y apresar a expendedores y usuarios no ha servido para disminuir la producción ni el consumo de drogas. La prohibición, en cambio, ha generado consecuencias inesperadas: crimen organizado, aumento de corruptos, pérdida de vidas, violencia en campos y ciudades. Dice además que el peso de la ley no les cae a los grandes capos, sino a los vendedores y los usuarios. En 2009 arrestaron en EE. UU. a 1’663.259 personas por violar las leyes de la prohibición: 80 por ciento por posesión de droga y solo 20 por ciento por fabricación y venta.
Tras publicar, en 1998, un ensayo titulado ‘La guerra contra las drogas: éxito dudoso, fracaso cierto’, el doctor De Greiff se dedicó a investigar en varios países el desarrollo de la política antidrogas, y esta fue su conclusión: “Ante el fracaso de la prohibición es necesario cambiar de paradigma, y nadie mejor que los gobiernos y la opinión pública de países latinoamericanos para encabezar ese movimiento... ¿O esperamos que siguiendo con las mismas políticas fracasadas se obtendrán resultados diferentes?
LUCY NIETO DE SAMPER
lucynietods@gmail.com
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