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Los perdones de Trump

El mandatario se propone perdonar póstumamente a Jack Johnson, quien sufrió una injusta condena.

Al fin se conoce algo positivo de Donald Trump, así sea solo un gesto simbólico y contradictorio. El polémico mandatario dijo hace poco que se propone perdonar póstumamente a Jack Johnson, el primer boxeador afroamericano que fue campeón mundial de peso pesado y sufrió una injusta condena en 1913 por la cual nunca fue reivindicado.
Precursor de Joe Louis y Mohamed Alí, Johnson logró superar los obstáculos que enfrentaban las gentes de color en una sociedad que se negaba a renunciar al racismo, y mantuvo la corona entre 1908 y 1915 a pesar de que un movimiento segregacionista hizo una campaña nacional en la que promovió a varios competidores blancos con el fin de destronarlo. Lo que no pudo impedir fue que lo enviaran a la cárcel por cruzar una línea estatal con una mujer blanca con propósitos ‘inmorales’, en un proceso amañado que concluyó en 1913 en la sentencia condenatoria de un jurado totalmente blanco. El boxeador huyó entonces a Canadá y luego a Europa, pero regresó en 1920 para cumplir la sentencia. Murió en 1946.
Johnson fue una de las muchas víctimas de las leyes de Jim Crow, promulgadas entre 1876 y 1965 para afirmar la segregación racial en Estados Unidos, llamadas así en alusión a una comedia musical en la que un actor blanco pintado de negro caricaturizaba a un esclavo afroamericano con discapacidad física que llevaba ese nombre.
Jim Crow fue inmortalizado, junto con el personaje del título, por la escritora Harriet Beecher Stowe en ‘La cabaña del tío Tom’, uno de los libros más célebres de la literatura estadounidense y, a la vez, una de las más elocuentes denuncias de la esclavitud.
El perdón de Johnson fue pedido muchas veces por activistas afroamericanos para corregir la injusticia y sanar las heridas causadas por el racismo, pero el Departamento de Justicia lo rechazó, incluso durante el mandato de Barack Obama, con el argumento de que esa potestad presidencial debía ser utilizada para restaurar los derechos civiles de quienes pudieran beneficiarse de ellos.
Es difícil conocer las intenciones de Trump, pero resulta obvio que con la decisión sobre Johnson intenta compensar el perdón que concedió el año pasado a uno de los personajes más hostiles con las minorías raciales en Estados Unidos: Joe Arpaio, el exsheriff del condado de Maricopa, Arizona, que se hizo célebre por sus continuos operativos contra los inmigrantes indocumentados y la polémica ‘Ciudad de las carpas’, una cárcel que estableció para recluir a los reos al aire libre bajo las altas temperaturas del desierto de Arizona. El perdón lo salvó de una condena por racismo y desacato dictada por una jueza federal en julio de 2017, un mes antes de la decisión presidencial que lo favoreció.
Así como este perdón fue coherente con la xenofobia de Trump, el de Johnson plantea dudas respecto a su sinceridad. Es bien conocido el desprecio del mandatario por las minorías raciales, que lo llevó a ofender en los peores términos a países como El Salvador y Haití y a empeñarse en la construcción del muro a lo largo de la frontera con México para impedir el ingreso de quienes viven al sur del río Bravo, a los que ha llamado violadores y narcotraficantes.
El Congreso se ha resistido a aprobar los fondos para el muro debido a la reacción negativa de la población de origen latino en Estados Unidos, que llega ya a casi 55 millones de personas, entre las cuales 25 millones están habilitados para votar. El perdón póstumo al boxeador que murió deshonrado hace setenta y dos años solo puede ser interpretado como un gesto encaminado a endulzar la píldora a esas minorías, cuyo peso electoral es cada vez mayor, y en algunos estados, como California, Nevada y Florida, resulta decisivo. Algo bien sabido por quienes ya están aceitando la maquinaria para la reelección de Trump, aunque su sola mención resulte un exabrupto para muchas personas en Estados Unidos y el mundo.
LEOPOLDO VILLAR BORDA
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