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Bajemos el tono: los medios tienen la palabra

¿Hasta cuándo toleraremos la agresividad y las 'fake news'?

Laura Gil
Una representante publica fotos de sus opositores amordazados y promete callarlos; un presidenciable, en primer plano, pone a flotar falsedades y muestra el talante del coscorrón. ¿Hasta cuándo toleraremos la agresividad y las fake news?
Esta campaña electoral será estrepitosa. “Bajemos el tono”, recomienda la campaña gubernamental. Pero las voces no hacen más que subir. De aquí en adelante vamos barranca abajo y grito arriba. Los culpables no serán solo aquellos candidatos insensatos, con sus barras bravas y trolls pagos, sino también los medios de comunicación si se prestan para legitimar las mentiras, las verdades a medias y las calumnias, en búsqueda de la confrontación ideológica productora de rating.
No se escuden los periodistas en el valor noticioso del escándalo. No busquen la pelea que polariza a las audiencias. No fomenten el desliz hacia los extremos. No abran micrófonos para el insulto. No necesitamos más indignación, sino más deliberación.
En In-Your-Face Politics, Diana Muntz, profesora de la Universidad de Pensilvania, cruza las variables de civilidad en el debate y distancia de la cámara para mostrar el impacto que los programas televisivos de opinión pueden tener en una democracia. Los programas 'in your face' se caracterizan, no solo por una conversación que viola las normas de cortesía, sino también por la proximidad de la cámara, que deja al televidente cara a cara con los personajes.

Nuestros entornos reflejan nuestras creencias, y hasta en el mundo de las redes sociales buscamos a nuestros similares –los amigos, los seguidores–.

Muntz encuentra que mayores niveles de ramplonería y de cercanía de cámara producen mayor atención y mayor recordación. Nada de sorprendente tiene ello: cualquier productor sabe que una discusión entre opuestos será más vista o escuchada en la versión belicosa y rápida, con primeros planos, que en la cordial y relajada, con planos intermedios. Así se explican el uso y abuso de los recuadros en pantalla. Hasta ahí, lo intuitivo.
Asombroso resulta el hallazgo de que el formato 'in your face' deja mayor comprensión de las temáticas. Ante emisiones experimentales con los mismos contenidos, los sujetos que vieron el estilo 'in your face' entendieron más las argumentaciones que los demás. Mostraron también una capacidad superior para exponerlas y reproducirlas.
Nuestros entornos reflejan nuestras creencias, y hasta en el mundo de las redes sociales buscamos a nuestros similares –los amigos, los seguidores–. Si no fuera por los programas de debate, poco nos toparíamos con la opinión de los otros. En consecuencia, todo lo que contribuya al conocimiento de puntos de vista diferentes no debería encontrar reparos. Cuanta más gente enterada, mejor democracia. Si la gente ve más, se informa más, recuerda más y entiende más así, y, de paso, los medios producen más utilidades, ¿para qué bajar el tono?
Pero Muntz también advierte que las audiencias de programas in your face solo perciben la acrimonia de la perspectiva contraria, no de la propia, refuerzan aún más sus posiciones iniciales y terminan irrespetando más las opuestas. Este tipo de periodismo contribuye a deslegitimar la democracia. ¿No constituye el reconocimiento de los demás una condición indispensable del funcionamiento de una democracia? Todo director de medios debería comprenderlo: el costo de los programas in your face resulta demasiado alto.
¿Qué hacer? La única respuesta responsable consiste en bajar el tono. Si los periodistas se atrevieran a sentar límites, nuestra congresista, nuestro presidenciable, el resto de nuestros políticos y demás figuras públicas no tendrían más remedio que seguirlos. Es posible convertir la confrontación en conversación. Los medios tienen la palabra.
LAURA GIL
Laura Gil
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