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El sánduche

Viene mes y medio de miedo y odio. De discursos en los que Colombia quedará peor que antes.

¡Qué difícil es tener una opinión política en Colombia! ¡Qué difícil y qué peligroso!
Es imposible vivir en medio de una situación como esta en que, si no se es castrochavista, se es ‘enmermelado’. Y si no, entonces, se es uribista o, insulto mayor, ‘paraco’. ¿Quién va a querer opinar cualquier cosa si al final solo hay esas etiquetas para marcar al ciudadano?
Ya no es posible ser librepensador sin que lo terminen tildando a uno de amigo de las Farc y de promotor de la ideología de género. Tampoco es viable tener una posición contraria a algunos de los puntos de los acuerdos de La Habana y de rechazo al proceso de paz con el Eln sin que se le llame ignorante y enemigo de la paz.
Es como si se nos hubieran acabado los puntos medios. Como si ahora en el gran supermercado de la opinión, que debería estar lleno de matices, solo hubiera dos góndolas disponibles: la de la extrema izquierda o la de la extrema derecha. Nada más. Y lo peor es que las elecciones presidenciales que tendremos dentro de mes y medio llevarán al extremo ese maldito maniqueísmo que acabará fracturando de manera definitiva nuestra sociedad.
¡Bien por Petro y por Duque, que llevarán a cabo esa tarea! Y los felicito porque no me queda duda de que triunfarán en su empeño de ponernos a unos contra otros para profundizar las fronteras invisibles de nuestra sociedad llenándonos de odio y resentimiento hacia aquellos que no comparten nuestra visión. ¡Bien porque sin duda así lograrán cosechar los votos que los llevarán a la segunda vuelta y, de paso, a la Casa de Nariño!

Es como si ahora en el gran supermercado de la opinión, que debería estar lleno de matices, solo hubiera dos góndolas disponibles: la de la extrema izquierda o la de la extrema derecha.

Mal por el país, porque al final seremos los colombianos del común los que vamos a quedar como mortadela en sánduche. Emparedados entre esas dos poderosas corrientes que, apalancadas por el miedo y el odio, terminarán siendo germen de una nueva violencia en Colombia.
Y hablo de violencia porque lanzarle huevos, tomates o piedras a un candidato (así como a una persona del común) no es normal en un país que se llame democrático. Y hablo de violencia porque incendiando a las masas con discursos que hablan de falta de garantías y que desprecian al Estado se empuja a la ciudadanía a tomar las riendas del poder a las buenas o a las malas.
Poco importa si el miedo se siembra entre empresarios y propietarios diciendo que la izquierda y el populismo llevarán a Colombia al abismo venezolano. Qué más da si se repite sin cesar que son los ricos los que tienen atrapados a los medios de comunicación, la democracia y el poder. Unos siembran resentimiento, otros siembran temor, ambos con un único objetivo: quedarse con la presidencia.
¿Dónde están las ideas no agresivas para cambiarle la cara al país y ofrecer oportunidades a los más necesitados? ¿En vez de temer parecernos a Venezuela no deberíamos temer seguir pareciéndonos a lo que ya somos? En vez de espantar a los empresarios, ¿no sería mejor construir una agenda de trabajo mancomunado para mejorar las condiciones de trabajo y generar una verdadera industrialización del país apalancada en el sector privado?
Pero no. Viene mes y medio de miedo y odio. Mes y medio de discursos en los que Colombia quedará peor que antes: unos odiando a los otros y los otros temiendo a los unos. Así nunca vamos a avanzar y nos quedaremos en un inmovilismo patético que solo hará bien a quienes habiten la Casa de Nariño.
* * * *
#PreguntaSuelta: ¿a qué santo hay que rezarle para que los nuevos representantes a la Cámara por Bogotá hagan presión y trabajen en bloque contra la construcción del TransMilenio por la carrera 7.ª?
JUAN PABLO CALVÁS
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