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¡Ay, la Iglesia!

El Vaticano condena con vehemencia todo lo relacionado con la pederastia; sin embargo, de vez en cuando aparecen casos como este de Cali.

Juan Pablo Calvás
¡Ay, la Iglesia! ¡Otra vez la Iglesia! Esta vez la pongo en mayúsculas como tanto gusta a nuestros amigos de línea conservadora y como corresponde en este momento en que resulta necesario singularizar a esa iglesia que protege a sus sacerdotes abusadores, como ha quedado demostrado con los hechos de los últimos días.
¿Recuerdan cuando Gustavo Petro, en tiempos de su alcaldía, dijo que el motivo de los altos índices de robo de celulares era porque la gente sacaba sus teléfonos en la calle? La Iglesia aprendió la lección de lógica progresista del inolvidable burgomaestre y bajo esa misma premisa definió que los niños son abusados por los sacerdotes porque sus padres los dejan acercarse a los hombres de la Iglesia.
¡Hágame el favor! En esa línea entonces es mejor no montarse en un carro, porque lo chocan, o es mejor no comer, porque tal vez se atora y se muere.
Según esa sacrosanta lógica para interpretar la realidad, la muerte de Yuliana Samboní se dio porque los papás la dejaban jugar en la calle y a Rosa Elvira Cely la empalaron porque se lo buscó (tal y como lo propuso un creativo abogado de la alcaldía Peñalosa). ¡Ay, la Iglesia!
Pero el lío no es que la Iglesia justifique a sus sacerdotes abusadores a través de extravagantes interpretaciones jurídicas, lo delicado es que a través de estas se busque evadir una responsabilidad que, para bien o para mal, le corresponde a la Iglesia como institución que es la de reparar a las víctimas, quienes hasta el final de sus días tendrán que cargar con el lastre del abuso perpetrado por un sacerdote que gracias a su crucifijo y su sotana se ganó con facilidad la confianza de los menores abusados y de sus familias.
Llama la atención la propuesta de reconciliación hecha por la Arquidiócesis de Cali a los padres de los niños, que tenían entre 10 y 13 años cuando fueron víctimas del abuso. ¿Qué significa reconciliación? ¿Dar un paso hacia el perdón sin resarcimiento económico por parte de la Iglesia, como si este fuera una especie de proceso de paz?
Todos conocemos el talante de monseñor Monsalve, obispo de Cali. Él es un tipo que apoya la paz y que se la ha jugado de lleno, en particular con el Eln, para conseguir avances en ese camino anhelado por Colombia. Sin embargo, algo va de la búsqueda de un acuerdo con grupos guerrilleros para lograr su desmovilización en contraste con los abusos cometidos por un sacerdote que se escudaba en su casa cural para cometer fechorías.
¡Ay, la Iglesia! Puede ser que no estén protegiendo al sacerdote William Mazo, pues a fin de cuentas él ya fue expulsado de la institución, pero sí deja un mal sabor de boca el hecho de que, para ahorrarse la platica de las indemnizaciones, los creativos jerarcas busquen, de la mano de ingeniosos abogados, escapar a la responsabilidad institucional que le corresponde a la Iglesia por su falta de control y connivencia con los sacerdotes señalados de abuso.
Claro es que la Iglesia de hoy no es la misma de hace quince años o la de los tiempos de la investigación de los abusos de sacerdotes católicos en EE. UU. denunciada por el Boston Globe y que dio la vuelta al mundo gracias a la película 'Spotlight'. El Vaticano condena con vehemencia todo lo relacionado con la pederastia; sin embargo, de vez en cuando aparecen casos como este de Cali, en donde la Iglesia deja ver que aún la gobiernan algunas personas que protegen más a la milenaria y retardataria institución que representan antes que a los débiles que tanto dicen defender. ¡Ay, la Iglesia!
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Juan Pablo Calvás
Juan Pablo Calvás
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