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Sistema Nacional de Integridad

Urge recuperar reflexión ética cotidiana desde la niñez.

Juan Lozano
Para que la lucha anticorrupción sea eficaz es indispensable comprender que, a manera de condición previa, debe estructurarse un sistema nacional de integridad que involucre a toda la sociedad, las distintas ramas del poder público y los órganos de control de manera que opere como un guardián de la virtud, la honestidad y la transparencia en nuestra sociedad.
Sin duda, las normas anticorrupción son importantes. Cómo no. Muy importantes. Pero son solamente uno de los componentes que el sistema nacional de integridad debe tener activados para blindar la moral colectiva. En Colombia tenemos la propensión a sobrevalorar lo jurídico, lo legal y, peor aún, tenemos la mala costumbre de embarcarnos en complejísimas faenas para hacer aprobar normas que luego no se cumplen.
Unas normas adecuadas orientan y encauzan la sociedad por mejores caminos, y por eso hay que trabajar para que se adopten cabales decisiones con valor jurídico. Pero si antes en la sociedad no hay una convicción ética arraigada, la ley será objeto de burlas, esguinces o asaltos. Y ello solo se logra si desde la educación inicial está presente la reflexión ética.
“Todo indica que la ética es el gran reto de nuestro tiempo”, dice en su nuevo libro, ‘Ética y juventud’, la profesora Alejandra Fierro, quien bien advierte que el centro de la ética es la administración de la libertad. ¿Cómo lograr que la administración de esa libertad que cada uno tiene y merece nos conduzca por caminos de virtud? O, dicho de otra manera, ¿cómo evitar que una errada administración de la libertad individual nos conduzca por caminos colectivos de trampas generalizadas, defraudaciones y corrupción?
Y remata la profesora Fierro: “Debido a la omisión que hemos hecho como sociedad... al no poner sobre la mesa los temas sobre los que nos surgen los más profundos interrogantes, la ética se ha permeado de un relativismo extremo que deja por fuera el diálogo y la posibilidad de encuentro en la acción y el ejercicio de la libertad... y sumado al subjetivismo ético aparece también un grave retraso frente a los imparables avances científicos (y tecnológicos) que no cesan de confrontarnos sobre el impacto ético y sus maneras de asimilarlos y manejarlos”.
Lo que queda claro después de leer ese texto es que la construcción de un sistema nacional de integridad sólido, actuante, vigoroso y esperanzador requiere necesariamente comprender la ética desde dos perspectivas. Y lo dice con total claridad: “Por un lado, comprender la importancia de las leyes, las normas y la formulación de principios universales y preceptos morales y, por otro, la necesidad de cultivar la reflexión ética en cada circunstancia, ya que no nos basta con un conjunto dado como solución exacta a una ecuación para resolver los retos éticos que cada instante nos propone”.
El tema de fondo es que en una dimensión extendida de la ética situacional, los principios, valores y virtudes no están suficientemente arraigados en la cultura colectiva. El sistema nacional de integridad falla no solo porque un juez o un político o un empresario sea venal, sino porque los usuarios de su sistema se lo toleran y no lo denuncian, porque sus colegas que lo saben lo callan, porque su entorno le premia su enriquecimiento y se lo celebra, aun a sabiendas de que no es virtuoso, y porque se le permite acumular más poder o más dinero a partir de actos criminales. No hay sanción jurídica ni tampoco sanción social.
Más allá de la consulta anticorrupción, debemos procurar la siembra metódica de los principios fundamentales del recto proceder en todos los niños y jóvenes de Colombia, en el sistema educativo desde el año cero hasta la universidad, en la escuela, el colegio, el hogar y la empresa, al propio tiempo que acojamos la reflexión ética cotidiana como guía inspiradora para construir una mejor sociedad.
JUAN LOZANO
Juan Lozano
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