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No es la aritmética

Bochornoso debate sobre medios votos y votos a medias.

Juan Lozano
Para resucitarlas por la puerta de atrás, dicen que lo de las 16 curules es un problema de simple aritmética. Pero no. Es un complejo fenómeno político y multicausal el que condujo al bochornoso espectáculo que estamos presenciando tras la última plenaria del Congreso en la que nadie quedó bien parado.
No es la aritmética la que permitió que votaran 2 senadores cuando ya el término de ley había expirado.
No es la aritmética la que permitió que los votos 49 y 50 se depositaran de manera irreglamentaria, fuera de tiempo.
No es la aritmética la que hace nulos los votos 49 y 50.
No es la aritmética la que confió en que los ministros podrían embadurnar de ‘mermelada’ a los congresistas mañosos para que votaran a favor de la conciliación.
No es la aritmética la que generó que ya ni los congresistas les crean a los ministros de la ‘mermelada’.
No es la aritmética la que consagró la diferencia entre ‘quorum’ y mayorías.
No es la aritmética la que impidió que la tropa de ministros y asesores del Gobierno llegaran a la sesión con claridad sobre la diferencia entre ‘quorum’ y mayorías.
No es la aritmética la que señala que las normas sobre silla vacía pueden cambiar el ‘quorum’ para sesionar y decidir, pero no cambian las mayorías y el número de votos exigidos en normas de superior jerarquía para que un determinado proyecto pueda ser aprobado.
No es la aritmética la que toleró que se abriera una votación ilegal e inconstitucional de una conciliación que ya había sido negada.
No es la aritmética la que erosionó las mayorías de la Unidad Nacional en el Congreso.
No es la aritmética la que empuja senadores fuera del recinto.
No es la aritmética la responsable de la pérdida de confianza.
No es la aritmética la que hizo que se esfumara el poder persuasivo de los desayunos en Palacio.
No. No es la aritmética. Es que después de casi ocho años de mayorías parlamentarias compradas para que muchos padres y madres de la patria mordieran recursos sagrados de todos los colombianos, los negociadores de los acuerdos de paz del teatro Colón, después de la derrota en el plebiscito, creyeron equivocadamente que todo lo que dispusieran entre los desprestigiados agentes del Gobierno y la guerrilla, sería pupitreado por el Congreso.
No es la aritmética. Al fin de cuentas, muchos integrantes de tales mayorías ya habían vendido sus votos para clavarles sucesivamente, y sin misericordia, a los colombianos unas reformas tributarias que hoy tienen casi paralizada nuestra economía colombiana y los mismos ya habían anunciado su disposición de usurpar del pueblo su carácter de constituyente primario, haciéndole juego al Gobierno para sustraerse de su compromiso de dejar en cabeza de la ciudadanía la última palabra sobre los acuerdos de paz.
Y no será, tampoco, la aritmética la que finalmente tenga en cuenta el presidente del Congreso a la hora de decidir si viola la Constitución y envía a Palacio como aprobado lo que fue negado o si, obediente, en vísperas de elecciones, le hace caso al ministro Rivera aun a riesgo de su propia integridad jurídica.
Lo triste es que la idea inspiradora de esta reforma no parece descabellada. Que en regiones donde el Estado ha brillado por su ausencia, las víctimas del conflicto puedan tener una representación especial es un propósito noble. Por eso habría que retomarlo con serenidad en la próxima legislatura, y con el trámite ordinario corregir el engendro que estaban montando que dejaba en manos de grupos criminales la presión en esas circunscripciones y diseñarlo bien, así la elección se efectúe en fechas distintas que las del resto del Congreso.
Si así se procede, no será, tampoco, la aritmética la que defina el mejor camino. Que no nos vengan con cuentos sobre las cuentas ni con historietas fantásticas sobre medios votos y votos a medias.
JUAN LOZANO
Juan Lozano
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