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Dante 2018

La idea es muy fácil y es maravillosa: leer cada día, en orden, un canto de la 'Comedia'.

A diario nos quejamos del horror que son las llamadas ‘redes sociales’: ese vertedero de resentimiento y vanidad, ese baño público, esa asamblea de inquilinos del edificio, ese pasillo de colegio a la hora del recreo. Casi como si fueran esos leones de piedra y con la boca abierta que la República de Venecia ponía en sus paredes para que una mano anónima deslizara allí cualquier infamia contra el que fuera.
Aunque también se nos olvida que las ‘redes sociales’ no tienen vida propia y que son más bien un espejo de la humanidad: cada quien vuelca en ellas lo que es, lo que lleva adentro sin remedio, y el mundo se refleja allí todos los días, capaz por igual de lo más ruin y lo más noble, lo más feo y lo más bello, lo más sucio y lo mejor. Cada quien es cada quien, igual que en la calle.
Y a veces, de la nada, florecen empeños que son tan hermosos que es como si purificaran el aire de esos lugares, como si les dieran sentido aun a pesar de sus defectos y errores. Alguna campaña para financiar una buena causa, la generosidad de un sabio que comparte con todos su conocimiento, algún enfermo que se cura, un perro extraviado que encuentra su hogar: eso también son las redes sociales, eso y mucho más.
Este año que acaba de empezar, por ejemplo, se inaugura con la idea que tuvo el profesor argentino Pablo Maurette de leer entre todos (todos nosotros, el que quiera) la 'Comedia' de Dante, uno de los libros más bellos de la historia pero también uno de los más complejos y ricos y difíciles, uno de los que la gente más cita sin haberlo leído jamás, y uno de los que más desertores tienen desde que su autor entró por esa selva oscura y salvaje.

Quizás no haya una mejor manera de acercarse a un libro clásico, pues esa es la tragedia de los libros clásicos: que casi siempre son libros prohibidos y malditos.

La idea es muy fácil y es maravillosa: leer cada día, en orden, un canto de la 'Comedia', a la que su primer editor, Giovanni Boccaccio, llamó ‘Divina’ y con toda la razón. Leerla toda, del Infierno al Paraíso, en una lectura compartida y universal, enriquecida por los comentarios del que quiera, desde sabios en la materia como Karina Galperin o Humberto Ballesteros hasta ídolos como el Tino Asprilla. Basta el 'hashtag' #Dante2018 y ya.
Quizás no haya una mejor manera de acercarse a un libro clásico, pues esa es la tragedia de los libros clásicos: que casi siempre son libros prohibidos y malditos, estatuas oficiales que aplastan al lector. Más que libros son un lastre (o aun peor: una tarea de colegio), arruinados por su propia gloria y sus insoportables ministros. Como si fuera obligatorio leerlos, como si fuera una virtud haberlo hecho.
Pero esos libros, y por eso son eternos, esos libros son su propio antídoto contra sí mismos y lo que la escuela hace de ellos; su veneno es el antídoto, más bien, que nos va guiando por entre sus páginas hasta que se nos revela toda su grandeza, toda su belleza, toda su gracia. Entonces cada lector –sea el que sea, todos– siente que ese libro fue escrito solo para él; que solo a él le hablan sus palabras.
Eso es un clásico, como dijo Erich Auerbach de la 'Comedia': un libro que tiene tantos significados y tantas interpretaciones como lectores, un libro perfecto: Dante va por él guiado por Virgilio, y el lector sigue sus huellas y hace el mismo viaje y se descubre a sí mismo, del Infierno al Paraíso. Ahí, en el texto, está el universo entero: en él se refleja la cara del que se asome a leerlo, su alma.
Solo que hay libros que no se pueden leer a palo seco; no podemos forzar su cerradura. Decía Hugo de San Víctor que leer es rumiar: masticar muy lento las palabras hasta que nos impregnemos de su sabor y las disfrutemos de verdad. Así es la 'Comedia': un libro que fue escrito no porque Dios existe sino para que Dios exista, como en la plegaria de Caproni.
Vamos a leer el canto cuarto. #Dante2018.
JUAN ESTEBAN CONSTAÍN
catuloelperro@hotmail.com
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