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Escuche al pueblo, señor Presidente

En sus discursos de plaza pública, usted siempre dijo que no habría nuevas cargas impositivas.

José Miguel Alzate
¿Será mucho pedirle, señor Presidente, que escuche al pueblo? Usted que recurrió a él para asegurarse su elección está en la obligación de hacerlo. Escuche, por favor, la voz de ese pueblo que lo eligió con una votación mayoritaria creyendo en su palabra. En sus discursos de plaza pública y en sus intervenciones ante los gremios, usted siempre dijo que en un gobierno suyo no habría nuevas cargas impositivas. Sin embargo, incumpliendo la palabra empeñada, se nos viene con una reforma tributaria que quiere disfrazar con el eufemístico nombre de ley de financiamiento. La espina dorsal de esa ley que busca obtener recursos para disminuir el déficit fiscal, que el Congreso ha empezado a debatir, es gravar con el IVA todos los productos de la canasta familiar.
Esta es la medida más impopular que un gobierno pueda tomar para sanear las finanzas públicas. Ponerles IVA a todos los productos de consumo diario en los hogares afecta las familias de escasos recursos económicos. Usted muy bien sabe, señor Presidente, que ese es un impuesto regresivo. Gravar con el IVA los huevos, la carne, el tomate, la leche, los plátanos, el arroz, la cebolla, el fríjol, el pan, el azúcar, el chocolate, el café, la sal, la papa y la panela es tocar el bolsillo de los colombianos de menores ingresos, esos que deben hacer milagros para que el salario mínimo les alcance para cubrir sus necesidades. Los mismos que para poder pagar las facturas de los servicios públicos, que en este país son elevadas, deben privarse de sacar los hijos a divertirse.
No contento con esto, señor Presidente, su gobierno también quiere ponerle ese bendito impuesto a la salud y al servicio de transporte. De ser aprobado el texto tal como su ministro de Hacienda lo pasó, los colombianos tendremos que pagar IVA por montar en taxi, por subirnos a una buseta, por comernos un corrientazo, por un examen de laboratorio, por tomarnos un jugo, por refrescarnos con una botella de agua, por una consulta médica, por tener un lápiz para escribir, por un servicio de ambulancia, por un cuaderno para el hijo y por una fórmula médica. Solo faltaría que nos toque pagar IVA por los servicios públicos. ¿Es esto justo con aquellos colombianos que además pagan arriendo porque no tienen vivienda propia? Piénselo, señor Presidente.
Lo que a los colombianos no nos gusta es que la clase política diga hoy una cosa y mañana, otra. Usted, señor Presidente, en el debate que se dio en el Congreso cuando el gobierno Santos subió el IVA del 16 al 19 por ciento, dijo textualmente: “Esta es una reforma fiscalista y alcabalera. Una reforma que va a afectar el país porque no puede ser posible que les pasemos la cuenta a las clases menos favorecidas en momentos en que la economía tiene la peor desaceleración, cuando tenemos una inflación que se comió el aumento del salario mínimo de este año. Esta reforma afecta de manera categórica la clase media”. Luego dijo que eso era una infamia. ¿Dónde quedó ese hombre que alzó su voz para defender a los colombianos de los abusos del Estado en materia de impuestos?
Durante la campaña que lo llevó a la Casa de Nariño, usted sostuvo que en un gobierno suyo bajaría los impuestos. Ese fue su caballito de batalla. Tanto que pregonó por todas partes que de llegar a la presidencia “habría mejores salarios y menos impuestos”. Propuso, inclusive, que antes que subir impuestos era más importante una reforma administrativa que le permitiera al Estado ahorrar recursos. Esto dijo el 23 de febrero de 2018: “Necesitamos recuperar nuestra economía. No más derroche. Queremos un Estado austero y eficiente que nos permita bajar impuestos y subir salarios”. Y el 24 de abril, en un foro en la Cámara de Comercio de Bogotá, dijo: “No hay espacio para subir más los impuestos. Son altos, son asfixiantes, son complejos, y no están ayudando a la formalización”.
No se haga el del oído sordo, señor Presidente, frente al clamor de millones de colombianos que le piden reconsiderar su propuesta de gravar con el IVA los productos de la canasta familiar. Es cierto que el país enfrenta dificultades económicas. Pero no es el pueblo el que debe pagar los platos rotos. Para el rico, acostumbrado a pagar caro un almuerzo en el parque la 93, no significa nada que le suban cuatro mil pesos al kilo de carne. Pero para el colombiano asalariado, ese que vive a ras con lo que gana, 150 pesos de más en un huevo afecta su economía. Sobre todo porque la clase obrera pocas veces puede darse el lujo de comer carne. Lo dijo un dirigente gremial: “En Colombia se consumen 500.000 kilos de carne de cerdo al año. Con el IVA, el consumo se reducirá en 60.000 kilos”.
Escuche al pueblo, señor Presidente. Los cientos de mensajes que están circulando por las redes sociales criticándolo por querer asfixiar al colombiano de a pie con la ampliación de la lista en los productos que deben pagar IVA son una prueba del descontento generalizado con esta propuesta. Usted trinó un día en su cuenta de Twitter: “Voy a ser el presidente que se la juegue por bajar impuestos y mejorar los salarios de los trabajadores”. Cumpla esa promesa buscando otra manera de arbitrar recursos para el Estado. Se lo ha pedido su propio partido: “Es imperativo que los alimentos básicos sean excluidos”, le dijeron sus congresistas. Escuche también la voz de su conciencia. Ella debe decirle que no se debe asfixiar con impuestos al pueblo porque este puede levantarse ante tanta injusticia.
JOSÉ MIGUEL ALZATE
José Miguel Alzate
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