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La paz es la victoria de todos

Ninguna guerra tiene vencedores. En términos humanitarios, en la guerra todos somos víctimas.

“La paz es la victoria de las fuerzas militares”. Esta frase fue pronunciada por Humberto de la Calle después de la firma del punto seis de los acuerdos de La Habana sobre implementación, verificación y refrendación del acuerdo final. Aunque De la Calle ya nos tiene acostumbrados a un despliegue proverbial de lucidez en su impecable gestión como negociador del Gobierno, en este tema se equivoca.
Ninguna guerra tiene vencedores. En términos humanitarios, en la guerra todos somos víctimas. Tanto el que muere como el que mata en el campo de batalla, pero también quienes vemos la violencia por televisión mientras normalizamos el uso de palabras como ‘baja’ y ‘enemigo’, que sirven al oscuro fin de deshumanizar la guerra, convirtiendo la muerte y el sufrimiento de personas de carne y hueso en algo banal e incluso aceptable.
La verdad básica que nos cuesta tanto entender, procesar y superar como país violento, ya insensible al dolor del vecino, es que sin importar el bando, detrás de cualquier guerra hay personas que ante la falta de oportunidades se vieron forzadas a empuñar las armas como fuente de supervivencia, azuzadas por unas élites indiferentes al dolor humano ajeno. George Orwell denunció con cruda agudeza el activismo de sillón a favor de la violencia típico de toda guerra, que es ante todo un gesto de insensibilidad y cobardía elitista: “Toda la propaganda de guerra, todos los gritos, las mentiras y el odio, provienen, invariablemente, de gente que no está luchando”.
El lavado de cerebro belicista que nos hicieron como nación, presidente tras presidente, será un registro mental difícil de superar que necesitará psicoterapia colectiva durante varias décadas, hasta que consigamos asumir que en Colombia, en los últimos 60 años, no ‘ganó’ nadie porque perdimos todos debido a nuestra incapacidad para tramitar el conflicto por vías pacíficas. Las películas de Hollywood, los medios de comunicación, la retórica de los actores armados e incluso el discurso de algunos partidos políticos, en el que existen héroes y villanos en blanco y negro allí donde en realidad solo ha habido víctimas, son los principales responsables de la idealización (paralela a la deshumanización) de la violencia que tiene alienado a una buena parte del electorado colombiano, que todavía está dispuesto a dejar pasar la oportunidad histórica de parar el desangre.
Es realmente delirante pensar que puede haber algún ‘ganador’ luego de más de 218.000 seres humanos muertos entre 1958 y 2012 (de los cuales el 81 % fueron civiles), entre uno y dos puntos porcentuales menos de crecimiento económico anual y cerca del 5 % del PIB dilapidado en presupuesto del sector de defensa. En un país sin guerra, buena parte de estos recursos podrán destinarse a inversión en educación y salud, entre otros rubros que sí promueven la construcción de capital humano en lugar de su destrucción.
La desmovilización de las Farc nos beneficiará a todos. Desde el uribista más fanático hasta al propio Álvaro Uribe, quien por un odio personal mezquino no ha querido reconocer que la reconciliación siempre fue el objetivo final que perseguía cuando era presidente, incluso pagando un precio más alto que el del actual proceso. También beneficiará al gobierno de Juan Manuel Santos, desde luego, y además a todos los próximos gobiernos de Colombia que podrán concentrarse en enfrentar problemas sociales apremiantes distintos de la seguridad. Pero, sobre todo, la paz será la victoria de los soldados de ambos bandos, jóvenes humildes que son la carne de cañón de las élites que nunca exponen el pellejo; y de la sociedad civil colombiana, que ya no pondrá más muertos como ‘daño colateral’ por la insensatez de sus políticos.
Cambiar la dialéctica de la ‘derrota’ de algunos por la del triunfo de todos los colombianos como sociedad, gracias a la reconciliación, es el reto principal de la comunicación durante el posconflicto. El eslogan de campaña por el ‘Sí’ en el plebiscito que se avecina debería ser: “La paz es la victoria de todos” (incluso de quienes no la quieren).
JOSÉ FERNANDO FLÓREZ RUIZ
Abogado y politólogo, profesor de la Universidad Externado de Colombia
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