¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

‘Cómo leer el fútbol’, la biblia del Tulipán Negro

Nos transporta a una época en que el juego era realmente violento, pero, aun así, apasionante.

Jorge Barraza
“Passarella era el típico asesino argentino. En un partido contra el Inter yo había hecho un gol y tirado un remate al palo. Entró él por Bergomi o Riccardo Ferri para marcarme. En un salto me dio un codazo brutal en toda la cara y cuando caí me gritó: ‘Bienvenido a la Serie A’. Hace poco nos encontramos, lo recordamos y nos reíamos. ‘Eras muy grande, tenía que hacer algo’, me dijo”.
Lo cuenta Ruud Gullit en su libro ‘Cómo leer el fútbol’, un compendio de su pensamiento futbolero que nos atrapó porque es la mirada de un grande de este juego. Después de su brillante campaña en los rectángulos y de un breve y no muy fructífero paso como entrenador, el todoterreno holandés se dedicó a desmenuzar los partidos por televisión para la cadena británica Sky Sports. Desde esa función publicó esta obra, mezcla de biografía, memorias y reflexiones sobre el juego, con imperdibles remembranzas.
Las 316 páginas del libro no tienen desperdicio. Son deliciosas en anécdotas y también instructivas, pues al notable futbolista holandés de los 80 lo apasiona el análisis del juego y es un consumado comentarista. Le fascina la táctica, aunque dice que esta tiene un límite: la calidad. “Habíamos subido a Primera con el Haarlem y nos enfrentábamos al Ajax en su viejo estadio De Meer. Cruyff iba regateando por la izquierda, muy lejos del área grande. Estaba tapado, entonces empezó a desplazarse hacia la derecha, ni hacia atrás ni hacia adelante, de costado. Esquivó a un par de defensas, evitó una entrada y, ya muy abierto por la derecha, como si nada —nadie había visto oportunidad ni espacio para gol— lanzó un globo increíble desde unos veinticinco o treinta metros que pasó volando por encima de nuestro arquero Edward Metgod. Un golazo. Y ahí estás tú, acabas de presenciar un tanto extraordinario y lo único que puedes hacer es aplaudir. No existen tácticas para combatir la clase individual de un jugador de tal calibre”.
En ese terreno de la clase, el Tulipán Negro se derrite hablando de Maradona, a quien tuvo de rival en los enconados Milan-Napoli de fines de los 80 y comienzos de los 90. “Jugué con él en varios amistosos y contra él regularmente. Era un líder en todos los sentidos. Podía estallar de furia si sus compañeros no hacían lo que él quería. Una vez un jugador de su equipo fue sustituido y lo estuvo insultando durante todo el recorrido hasta el banquillo. Y cuando estaba lesionado seguía jugando como si nada”. Luego se pregunta: “¿Hasta qué punto era bueno? El Milan tenía los mejores defensas del mundo (N. de la R.: Baresi, Maldini, Costacurta, medios de corte como Ancelotti y Rijkaard), pero ninguno podía arrebatarle el balón a Maradona. En mi opinión, el Pelusa ha sido el mejor futbolista de la historia. No puedo juzgar a Pelé, nunca lo vi jugar en directo y no puedo dar una opinión objetiva. Quien sabe en algunos años cambie de opinión cuando Messi se retire. De momento, me quedo con Maradona”. Y se interna en el tema de las épocas: “Hoy en día, el físico y la velocidad son más importantes que hace veinte o treinta años. Sin embargo, Maradona habría seguido siendo una superestrella en estos tiempos. En su época, los defensas podían atacarlo con impunidad. Siempre estaba volando por los aires después de otra entrada brutal, a pesar de que esquivaba muchas dando saltos. Nunca contó con la protección de la que disfruta Messi ahora. Si Maradona hubiera jugado hoy, no habría sufrido las lesiones graves y largas que tuvo, como cuando se cruzó en su camino aquel carnicero de Bilbao, Andoni Goikoetxea”.
Rinus Michels, el genial creador del fútbol total, despuntado primero en el Ajax y luego expresado de pleno en la Holanda de 1974, le dio un consejo sabio que Gullit comparte: “Él decía: ‘No subestimes a tu rival. No bases toda tu estrategia en ti mismo, porque él te habrá estudiado y trastocará tu plan de juego, así que ¿cómo vas a combatir sus movimientos?’”.
Con gran honestidad, reconoce: “Nunca llegué a jugar al máximo de mis capacidades con la selección holandesa”. Pese a ello logró el título de campeón de Europa de 1988 en Alemania, que le había arrebatado el título mundial catorce años antes allí mismo. “Habíamos ido a corregirlo”, dice. Quiso el azar que se encontraran con los germanos en semifinales en Hamburgo, y Holanda se dio el gusto: 2 a 1. “Con eso, para nosotros el campeonato ya estaba ganado. Habíamos cumplido nuestra venganza y nos sentíamos en la cima del mundo. Yo organicé una gran fiesta en Hamburgo. Al día siguiente partimos hacia la final en Múnich y toda la delegación fue a ver un concierto de Whitney Houston. Hoy en día resulta inconcebible”.
Gullit confiesa que se concentró tanto en ganar el título italiano con el Milan en ese verano de 1988 que llegó agotado a la Eurocopa. “Me sentía totalmente hecho polvo. Por suerte, Van Basten, que estuvo lesionado mucho tiempo, se había recuperado bien y estaba fresco como una rosa”. El bombardero le anotó tres goles a Inglaterra en el grupo, uno a Alemania en semifinal y su célebre misil de derecha a la Unión Soviética en la final. El otro lo convirtió Gullit de cabeza, su especialidad. A su gran potencia se unían altura, perfecta noción de tiempo en el encuentro de la cabeza con el balón y mucha dirección.
“Al rival hay que respetarlo siempre”, advierte. En esa Eurocopa, “oímos a Tony Adams animando a su equipo mientras estábamos en el túnel, en el partido con Inglaterra: “Vamos a matar a esos cabrones”, les decía. Todos nos echamos a reír: “¿Qué dice, este…?”. Parecía bastante forzado y nada intimidante. Por el contrario, nosotros estábamos contentos y relajados, a pesar de la presión de saber que el que perdía se volvía a casa. Al final ganamos 3 a 1”.
En el mismo tono cita la histórica final de la Champions de 1999, cuando el Bayern vencía al Manchester United hasta los 91 minutos y al final perdió 2-1. “El Bayern pensó que ya había ganado y eso enfureció al United, sobre todo cuando los alemanes sustituyeron a Lothar Matthäus, que se fue al banquillo con aire triunfal y haciendo un numerito para su público. Fue como enseñarle una bandera roja a un toro”. Lo mismo le pasó al Barcelona en la final de 1994, con Cruyff como técnico, señala. “Hasta él dijo que enfrentar al Milan era una formalidad para ir a recoger el trofeo. En Italia, sobre todo en Milanello, todo el mundo estaba indignadísimo. El Milan salió enrabietado y ganó 4 a 0. Aunque juegues con aficionados, estréchale la mano a todo el mundo, dales una palmadita en la espalda y sé humilde. Así se rompe la tensión que convierte al rival en un animal salvaje”.
Defiende las cábalas (“Si te hacen sentir bien, ¿por qué no…?”); se apena por la declinación del ‘calcio’ (“Hoy ves un Milan-Cesena con veinte mil personas en las tribunas, antes jugábamos a estadio lleno”). Dice que Inglaterra es actualmente lo que era el fútbol italiano en los 80 y 90, pero que España está a la cabeza del fútbol porque tiene a los mejores jugadores del mundo.
“Cuando analizo un partido, lo observo más como entrenador que como jugador. Sin embargo, muchos aficionados tienden a mirarlos como espectadores. Es algo natural, pero ahí es donde radica la diferencia entre ver un partido y mirar la pelota… Trato de explicar cómo se podían haber evitado los errores, y lo hago sin buscar cabezas de turco. Soy crítico, pero sin faltar el respeto a nadie. No hay ninguna necesidad de apuntarse tantos ante los medios a base de descalificaciones”.
Balón de Oro europeo 1987, era un gigante veloz y ágil, con aspecto de rugbista y habilidad futbolera. En ‘Cómo leer el fútbol’, Ruud Gullit nos transporta a una época en que el juego era realmente violento, pero, aun así, apasionante. Mejores o peores, todas las épocas del fútbol lo fueron.
JORGE BARRAZA
Jorge Barraza
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO

Más de Redacción