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¿Gobierno de transición o de construcción nacional?

El país demanda un liderazgo carismático que lo saque de la incertidumbre.

John Mario González
Antes que lograr la paz, el país transita por el peligroso camino de la polarización, con un nivel de debate político cada vez más envenenado. Un debate, o mejor una algarabía, en el que los grandes perdedores son los ciudadanos, quienes terminan confundidos o hastiados en medio de un proceso de paz demasiado largo, que da un paso adelante y dos atrás. El escenario se ve agravado por el deterioro del crecimiento económico, las finanzas públicas y el contexto económico internacional; por denuncias de posible infiltración en la pasada campaña presidencial del Centro Democrático y la falta de sensatez de sus dirigentes al proponer un referendo e incluso una revocatoria del Congreso, proposiciones que por tiempos y procedimientos no tienen ninguna posibilidad de prosperar.
Pareciera que lo importante es distorsionar, exagerar y falsear, sin importar el costo político e institucional. Claro que a la incertidumbre no es poco lo que contribuye el presidente Santos, quien con el monotema de la paz no solo aparece abandonando frentes de gobierno, sino que deberían recomendarle no cubrir los agasajos con carrozas en Londres o esmoquin en Washington. El 99,99 por ciento de los colombianos no se ven reflejados en tales etiquetas.
La polarización da para que donde la oposición ve que le ‘ponen conejo’, el Gobierno peca de ingenuo al desgastarse con una refrendación del nuevo acuerdo final en el Congreso, que no es obligatoria y no pasa de ser simbólica. Y da para que allí donde insistieran hasta el cansancio que las Farc no entregarían las armas, hoy las vean como las únicas con un proyecto político y una estrategia para lograrlo, cuando en realidad están derrotadas y al Gobierno cada día que pasa se le va de las manos la posibilidad de implementar el nuevo acuerdo final.
Es en ese escenario de incertidumbre y polarización donde hay que tomar con pinzas la propuesta de gobierno de transición de ‘Timochenko’. No se trataría, por supuesto, de una transición de un régimen autoritario a uno democrático, como fueron las clásicas transiciones estudiadas por Guillermo O’Donnell. Ni siquiera significa el cambio de régimen político. Puede simplemente entenderse como una coalición de gobierno en el 2018, que preserve los principales elementos de lo negociado en La Habana. Sin embargo, en palabras de ‘Timochenko’ o de las pronunciadas por Piedad Córdoba en el 2008, la propuesta nace muerta y solo sirve para asustar.
Es allí donde el eventual candidato Humberto de la Calle, el de la U o cualquiera otro que aspire a representar dicha coalición, tiene que acudir a amplios sectores de centro o incluso de centroderecha al estilo Pedro Pablo Kuczynski en Perú. De lo contrario, el paso a una segunda vuelta presidencial puede terminar descartada antes de tiempo.
Así, más que transición, lo que el país demanda para el 2018 es un gobierno de construcción nacional que saque a la Nación de la incertidumbre, con un líder carismático como Sergio Fajardo, que otorgue garantías a todos los sectores y entierre la polarización. Si bien es indudable que los uribistas y sus aliados han tomado la delantera, tengo serias dudas de que los resultados del plebiscito del pasado 2 de octubre les asegure su paso a la segunda vuelta en las elecciones del 2018. En primer lugar, porque corren el peligro de fragmentar el voto de la derecha en la primera vuelta presidencial, entre el uribismo, un candidato conservador opositor y Germán Vargas Lleras. Y segundo, porque si bien la izquierda asusta con sus genes más radicales, también puede avivar una reedición de las elecciones del 2014, en las que el propósito central sea cerrarles el paso al uribismo y a los fantasmas que este despierta.
Las anticipadas campaña y elecciones del 2018 se avizoran desde ya como trascendentales, en la medida en que además de ser el instrumento de un nuevo plebiscito para el cierre del conflicto armado, deben significar la posibilidad de salir del atolladero en que lentamente nos hemos sumergido. No otra cosa debe implicar una coalición de construcción nacional en la que las Farc se comprometan a mantener la discreción y la humildad, porque, al contrario de su envalentonamiento característico y que contribuyó a dar al traste con el pasado plebiscito, aún pende sobre ellos el riesgo de la cárcel.
John Mario González
John Mario González
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