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Anticorrupción no es populismo

La consulta popular de la senadora Claudia López más parece un truco de campaña presidencial.

Aunque es comprensible la frustración ciudadana y el desespero por la corrupción y la falta de resultados, tampoco podemos tirarnos por el abismo ni idolatrar ingenuamente al primero que ofrece las fórmulas de las pomadas salvadoras.
Porque de la misma manera como debemos tomarnos la lucha contra la corrupción muy en serio, también, y como señala el ministro de Economía italiano, Pier Carlo Padoan, “tenemos que tomarnos el populismo en serio porque no está ofreciendo respuesta a los problemas pero sí está recogiendo la preocupación de los ciudadanos”. Un ejemplo de esas falsas promesas que elevan efímeramente la esperanza de los ciudadanos es la reciente propuesta de consulta popular anticorrupción que lidera la senadora Claudia López, con la que pretende “prevenir y castigar duramente a los políticos y contratistas corruptos”.
Eso suena muy bien, más aún si, según dice la senadora, el beneplácito a la consulta en las urnas obligaría al Congreso a aprobar su contenido o, si no, el Presidente debe sacarlo por decreto. Pero sucede que no solo es falso, sino que ello muestra una deriva autoritaria de la senadora, lo que se aúna a su permanente gritería y lenguaje atrevido. En efecto, la Ley 1757 del 2015, sobre participación ciudadana, dice que la decisión del pueblo en una consulta popular será obligatoria, pero la sentencia 150 de la Corte Constitucional, en la página 336, señala que “considerando su naturaleza, la consulta popular no puede tener por objeto que el pueblo se pronuncie respecto de proyectos de articulado de leyes, ordenanzas…”. Es por ello que el Congreso preservaría las facultades para estudiar lo votado en una consulta popular de orden nacional porque, entre otras razones, el Presidente no las tiene para expedir una reforma constitucional. De lo contrario, la senadora López no solo estaría convirtiendo la consulta popular en un referendo, sin control constitucional, sino también inventando una nueva vía de reforma de la Carta política.
Pero no menos graves son las carencias de las propuestas puntuales de la consulta de la senadora López, aunque tienen que ser aprobadas sí o sí, de manera caprichosa, pues uno de sus argumentos para impulsar la consulta es que ninguna de ellas ha sido acogida por el Congreso. A pesar de la existencia de la Ley 152 de 1994 Orgánica del Plan de Desarrollo y de los cabildos abiertos, entre otros, la senadora quiere que sea obligatorio realizar audiencias públicas para que la ciudadanía participe en la priorización del presupuesto de inversión de la Nación, los departamentos y los municipios, lo cual por demás también suena muy bien. El problema, sin embargo, es que el proceso presupuestal se haría enrevesado, con el riesgo de que se convierta en una instancia más de politiquería que redunde y entre en conflicto con la función de las corporaciones públicas. Y aunque la reelección indefinida existe en la mayoría de parlamentos latinoamericanos y apenas el 20 por ciento de los senadores del 2006 se reeligió en el 2014 en Colombia, otra propuesta taquillera de la senadora Claudia López, pero totalmente inocua, es la de limitar máximo a tres periodos para ocupar el mismo cargo en las corporaciones de elección popular.
¿Es que acaso hacemos una reforma constitucional para sacar casi en exclusiva al senador Roberto Gerlein? O, ¿cómo evitar que los parlamentarios se perpetúen a través de sus familiares, o que estén tres periodos en el Senado y luego pasen a la Cámara?
No tengo por qué defender a un Congreso desprestigiado y donde campea la corrupción, pero las fijaciones y el afán de protagonismo de la senadora Claudia López la llevan a soslayar la presentación de soluciones reales y a presentar una consulta popular que más parece un mero truco de precampaña presidencial. Un afán de protagonismo que la lleva a editar un libro, '¡Adiós a las Farc!', con numerosas inconsistencias, vacíos serios en temas económicos y de descentralización, y fórmulas en las que, vaya paradoja, las Farc serían unos moderados o derechistas porque, según su autora, el Gobierno es un exterminador de campesinos y minorías.
Es innegable que la carrera política de Claudia López ha sido meteórica y su popularidad va en aumento, pero tiene que serenarse y ser responsable con sus posturas porque así como los ciudadanos castigan la corrupción, los electores castigan el populismo.
John Mario González
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