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Y la inequidad, ahí

La inequidad es funcional al conflicto armado y tiene que resolverse.

No es cierto que todos los que se oponen a la consolidación del proceso de paz estén animados por los mismos intereses y objetivos. Habrá quienes mantienen una actitud de rechazo a las barbaridades cometidas durante el conflicto, y esperan que brille toda la verdad, que no solo atañe a las Farc; mientras tanto, no aceptan la presencia de la guerrilla en el ámbito democrático.
Hay quienes aún retienen los mensajes de mentira, odio y venganza propalados durante la preparación y realización del plebiscito en que ganó el No, pero poco a poco están asimilando las virtudes del proceso de paz, y han empezado a descubrir los engaños de que fueron objeto.
Pero existe otro sector, entre las élites políticas y económicas del país, que a toda costa quiere acabar con el proceso de paz, pues cree que con su implementación corren riesgo sus intereses y los beneficios derivados del statu quo, que pretenden conservar.
Es claro que la implementación de los acuerdos de paz pondría orden en temas como la concentración indebida de la tierra y sus efectos sobre el desplazamiento masivo de personas de sus territorios, la ampliación de los beneficios de la democracia y la reestructuración de los sistemas electoral y de los partidos políticos, y el control de los intereses clientelistas y corruptos de algunos de los usurpadores del poder en Colombia. Además, los sistemas de verdad, justicia, reparación y no repetición los pondrá de cara a la verdad que, si bien hoy se plantea no incluir a terceros en los procesos de la JEP, igual la justicia ordinaria tendrá que resolver muchos casos que llevan años engavetados en tribunales y Fiscalía. La exigencia vendrá de la comunidad internacional y de la Corte Penal Internacional, para lograr el cierre definitivo del conflicto armado.
Entiendo todos estos tópicos como problemas estructurales que están en el origen del conflicto armado y que necesariamente tendrán que resolverse para poder construir una paz estable y duradera y colocar al centro el papel de las víctimas del conflicto para lograr sacarlos de ese estatus, pero con verdad, reparación integral y garantías de no repetición.

La pobreza no será superada integralmente si no se concreta la tan aplazada reforma agraria a la que se han opuesto sectores beneficiarios.

Además, se debe tener presente que, según el Banco Mundial, Colombia es el segundo país más desigual de América Latina. Que el 10 % de los ricos gana cuatro veces más que el 40 % de los más pobres, y que, si bien disminuye la pobreza, se ahonda la brecha social que conduce a mayor desigualdad. ¡13,5 millones de colombianos viven en condiciones de pobreza! Indicadores, sin ser los únicos, que también han dado bases al conflicto armado en Colombia, así que romperlos es un imperativo para implementar los acuerdos de paz y bajar los niveles de inequidad.
Este asunto está ligado a la poca movilidad social imperante, que cierra puertas a la posibilidad de lograr una mejor distribución del ingreso nacional. La pobreza no será superada integralmente si no se concreta la tan aplazada reforma agraria a la que se han opuesto sectores beneficiarios, por vías ilegales, para que sus verdaderos propietarios puedan volver a disfrutar de sus beneficios; ello no implica ningún ataque a la propiedad privada.
En la actual estructura política y económica, el Estado ha sido incapaz de resolver estos problemas, condición necesaria para lograr movilidad social: los pobres no han podido acceder por igual a la distribución del ingreso nacional; la clase media ha encontrado, en la estructura de poder existente, múltiples dificultades para ascender; subsiste una aberrante concentración de riqueza en pocas manos.
Solo superando estas dificultades podremos menguar la corrupción, afectar las rentas ilegales y el poder que se desprende de la cultura mafiosa imperante en nuestra sociedad. Pero se requieren reformas profundas, que incluso vayan más allá de los acuerdos de paz que ahora se implementan. ¿Será pedir demasiado?
NOTA: Humberto de la Calle, hoy candidato único del Partido Liberal colombiano, debe asumir su compromiso de lucha por la presidencia en el 2018 esperando muy poco de muchos dirigentes y de la estructura nacional del partido. Su gran fuerza está en la gente que anhela cambios profundos en la sociedad y De la Calle sabe interpretar muy bien esa aspiración.
JAIME FAJARDO LANDAETA
e-mail: fajardolan@une.net.co
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