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Armonía interior, ¿una meta esquiva?

La ecuanimidad y serenidad son términos que se aproximan a la armonía y nos ayudan a comprenderla.

Gustavo Estrada
Es imposible seguir un procedimiento, efectuar un ensamblaje o preparar una receta para producir silencio. No obstante, cuando controlamos las fuentes de los ruidos perturbadores —la música estridente, la gritería, los aparatos ensordecedores—, sin duda alguna, el silencio llega.
Tampoco podemos fabricar armonía interior. Sin embargo, si cortamos las raíces de los ruidos mentales, esto es, si erradicamos las causas de las algarabías disonantes del sufrimiento —los deseos desordenados, las aversiones dañinas, las opiniones sesgadas—, la armonía interior florece espontáneamente.
La armonía interior es una especie de meta esquiva hacia la cual no es posible trazar una ruta detallada y certera. La armonía interior es como un lugar recóndito que con seguridad encontraremos si recorremos nuestro sendero con los ‘ojos’ de la atención total bien abiertos: cuanto más caminemos y más atentos estemos, más pronto aparecerá.
¿Cómo sabremos que la hemos hallado? Los estados mentales son difíciles, cuando no imposibles, de describir. No obstante su realidad y su claridad para quien los vive, todos tenemos dificultades para describir nuestras experiencias mentales, afectivas y emocionales. La armonía interior no es la excepción. Su definición, “un estado de ánimo que nos permite estar en paz y actuar con confianza, aun cuando enfrentemos dificultades mayores”, proporciona una idea razonable de su resultado, pero no explica la experiencia interna.
El destino anhelado, a pesar de estar escondido de nuestra vista, es indirectamente reconocible. Cuando una persona experimenta armonía interior, ella lo sabe (y, generalmente, los demás también). Puesto que hemos tenido nuestros momentos maravillosos de ecuanimidad —aquella época cuando todo lo que nos rodeaba parecía funcionar a la perfección, la ocasión cuando nos quedamos imperturbables ante los ofensivos ataques verbales de alguien, aquel momento excepcional cuando ejecutamos una tarea de forma fluida y extraordinaria, las semanas inolvidables durante las cuales tuvimos bajo control algún estresante comportamiento obsesivo…—, todos tenemos una imagen clara de lo que la armonía interior significa.
Desafortunadamente, debido a los recurrentes ataques de los deseos viciosos, las aversiones odiosas y las opiniones sesgadas, esos períodos maravillosos son más cortos de lo que quisiéramos… A menos que logremos sostener la atención total y la vigilancia permanente.
La armonía interior no tiene nada que ver con éxitos o realizaciones, ni depende de acontecimientos externos. Puesto que la armonía interior es ajena a la posesión o la presencia de algo en particular, el vivir cómodamente o el divertirse con las circunstancias agradables no están en conflicto con la armonía interior.
No necesitamos renunciar a nada ni huir de cosa alguna para disfrutar de la armonía interior. Dado que son externas, la armonía interior tampoco tiene conflicto con riquezas o con lugares; el gran reto para la armonía interior se encuentra en el apego —el apego a lo que ya tenemos o de lo queremos tener más, el apego a nuestras antipatías y odios, el apego a las opiniones sesgadas—.
El apego, el dúo ansiedad-estrés y la armonía interior ocurren todos dentro de nosotros, dentro de nuestro cerebro. La armonía interior no es la presencia externa de nada. La armonía interior es la ausencia de la ansiedad y el estrés, el sufrimiento moderno que bien describió el Buda antiguo. La ecuanimidad y la serenidad son términos que se aproximan bastante a la armonía interior y nos ayudan a comprenderla.
Dejando a un lado todas las expresiones, cuando experimentamos armonía interior sabemos que estamos allí y somos conscientes de la presencia de tan agradable estado mental —de nuestra indiferencia ante los deseos desordenados y las aversiones, de la imparcialidad en nuestros conceptos, de nuestra aceptación de las cosas tal como son—.
¡Cuidado, sin embargo! En el instante en que nos sintamos orgullosos o complacidos de tener armonía interior, pues ahí mismo e inmediatamente estaremos bien lejos de ella.
GUSTAVO ESTRADA
Autor de 'Hacia el Buda desde Occidente'
Gustavo Estrada
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