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Otro nivel

El fenómeno de Petro es inédito en la historia reciente. Desde Gaitán y, si se quiere, Rojas Pinilla

Se sabía que el país estaba polarizado, pero las últimas encuestas señalan que la división entre uribistas y antiuribistas ha adquirido otro nivel. Durante los últimos ocho años, el antiuribismo reunía una serie de sectores muy variados, desde los simpatizantes de las Farc hasta la derecha bogotana cercana a Santos, en la que la defensa del proceso de La Habana era el factor aglutinador.
Con las elecciones presidenciales en el horizonte inmediato, la agenda y los intereses de los antiuribistas volvieron a sus cauces normales. Es decir, primaron las divisiones naturales entre un grupo tan poco uniforme en lo ideológico. Lo que no estaba en las cuentas era, por un lado, que Santos terminara su gobierno con cifras de desaprobación tan altas, de modo que no pudiera lanzar un candidato viable contra el uribismo.
Y, por el otro lado, que surgiera por primera vez un líder populista de izquierda que fuera capaz de movilizar la indignación de la sociedad ante la corrupción y la incompetencia de la clase política tradicional. El fenómeno de Petro es inédito en la historia reciente. Desde Gaitán y, si se quiere, Rojas Pinilla, ningún candidato antiestablecimiento había tenido tantas opciones reales de llegar a la presidencia.

Con las elecciones presidenciales en el horizonte inmediato, la agenda y los intereses de los antiuribistas volvieron a sus cauces normales.

Por eso, Colombia pasó de una polarización que giraba en torno a Uribe y Santos, en la cual estaba en juego una agenda no muy distinta de dos facciones del establecimiento, a una polarización entre dos proyectos de sociedad diametralmente opuestos. Si Duque representa la continuidad en el poder de una clase política que ha sido renuente a resolver problemas estructurales como la corrupción o la desigualdad, Petro representa un cambio de modelo y, de paso, la consolidación en el poder de una nueva élite de izquierda.
De fondo, se impuso la tesis de Robledo, paradójicamente contradictor de Petro, de que Uribe y Santos son la misma cosa y los verdaderos cambios deben provenir de procesos de intervención del Estado en la economía. Así Petro diga que lo suyo son solo cambios elementales para que el capitalismo funcione mejor, lo cierto es que, en un eventual gobierno, su apuesta será radical con todos los riesgos implícitos en una movida populista.
Se trata, por consiguiente, de una polarización aún más extrema que la de la última década, en que habrá que elegir entre ‘malo conocido’ o ‘peor por conocer’ si las tendencias en las encuestas se mantienen.
GUSTAVO DUNCAN
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