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Duque

Colombia no es un régimen dictatorial que permita gobernar por interpuesta persona.

Gustavo Duncan
Es apenas lógico que se especule si Duque será un títere de Uribe. Nadie puede negar que el triunfo en las elecciones se debió a que fue su candidato, por lo que la oposición, obviamente, lo utilizará como argumento para cuestionar su legitimidad. Algunos ya lo llaman a hacer lo que hizo Santos: traicionar a su mentor.
En realidad, lo relevante para la discusión no es si Duque será un títere, mucho menos si aprovechará que ya es presidente para proceder a la traición. Colombia, con todos sus defectos, no es un régimen dictatorial que permita gobernar por interpuesta persona. Así mismo, la traición de Santos no fue, en principio, producto de diferencias ideológicas sino de las aspiraciones de un sector de la élite política bogotana de dejar por fuera a Uribe del control del Gobierno. Duque no representa ninguna facción con ambiciones de ruptura.
Lo verdaderamente relevante es si en el grueso de sus decisiones de gobierno, Duque tendrá diferencias mayores con Uribe que lo lleven a romper o a ver reducidos los márgenes de autonomía de su gobierno. En el manejo económico, las políticas sociales y la agenda de seguridad, es de prever que estén sintonizados. Los rumores de la conformación del nuevo gabinete indican, de hecho, que Uribe no pareciera estar interesado en que su influencia se traduzca en mayores cuotas políticas.

Duque deberá decidir hasta qué punto les apuesta a cambios institucionales que eventualmente quiera liderar Uribe desde el Congreso.

Sin embargo, existe una serie de asuntos en que será necesario que Duque demuestre que es capaz de asumir un papel de moderación frente a los halcones del Centro Democrático. Por un lado, y quizá lo más importante, sucede que el poder presidencial no puede convertirse en una herramienta para saldar cuentas de cobro con el pasado. No son un secreto la disputa del uribismo con sectores de la justicia ni los rencores que dejó el trato dado por Santos durante su gobierno.
Por otro lado, Duque deberá decidir hasta qué punto les apuesta a cambios institucionales que eventualmente quiera liderar Uribe desde el Congreso. Hacer trizas los acuerdos de paz, cambiar el diseño de las cortes, volver a aprobar la reelección, etc., implica enormes costos de negociación con la clase política, además de que rompen los equilibrios de poderes y el sistema de contrapeso de la democracia.
El asunto de la deuda de Duque con Uribe por haberlo catapultado a la presidencia no es entonces si será un títere o no. Es hasta dónde pondrá freno a la línea dura del uribismo.
GUSTAVO DUNCAN
Gustavo Duncan
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