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Salvavidas para Venezuela

Ojalá haya un desenlace pacífico y pronto en Venezuela. Colombia debe liderar iniciativas.

Guillermo Perry
Más de 7 millones de venezolanos votaron el domingo pasado en el plebiscito contra la constituyente, pidieron a las Fuerzas Armadas que obedezcan y defiendan la Constitución y llamaron a una salida electoral de la crisis. Esa movilización representa un triunfo incuestionable de la oposición, habida cuenta de que no hubo colaboración del poder electoral en la organización de la votación y de que el régimen trató de sabotearla y reprimirla por todos los medios a su alcance.
Pero ese triunfo no implica necesariamente que el presidente Maduro se vaya mañana, ni que los militares hagan respetar la Constitución. Muchos dirigentes chavistas y generales están incursos en delitos de corrupción, narcotráfico y lavado de dólares y hacen cualquier cosa por mantener el poder y no acabar extraditados o en una cárcel venezolana.
Mientras tanto, la grave crisis humanitaria, que ya se veía venir desde hace dos años, continuará agudizándose. El índice de pobreza supera hoy el 80 por ciento, frente a 55 por ciento en 1998, cuando ganó Chávez. En los últimos tres años, el PIB cayó en un 40 por ciento y el consumo de alimentos, en un 60. Un colapso como este no se había visto sino en países en guerra. Muchos venezolanos padecen hoy hambre y desnutrición. Hemos visto fotos de decenas rebuscando desechos de comida en los basureros. Los hospitales no tienen medicamentos esenciales y hay brotes de epidemias.
En otros países en circunstancias parecidas, las Naciones Unidas y la Cruz Roja han organizado misiones humanitarias que proveen a la población alimentos y medicamentos básicos. Pero, como nadie pensaba que la rica Venezuela pudiera ser llevada a estos extremos por unos dirigentes tan incompetentes y corruptos, justo después de recibir por varios años el flujo de ingresos petroleros más altos de su historia, ningún país ha tomado la iniciativa de proponer una misión humanitaria para los venezolanos. Ni siquiera Colombia, que se ve directamente afectada por la llegada de miles de inmigrantes.
¿Será que no moveremos un dedo hasta que no se produzca un cambio de gobierno? ¿O hasta que estallen muertes masivas por epidemias o hambrunas y flujos inmanejables de refugiados, como sucede hoy en Siria y en algunos países africanos?
Colombia debería promover de inmediato dos iniciativas. Primero, solicitar a Naciones Unidas y la Cruz Roja la puesta en marcha de una misión humanitaria. Segundo, promover un pacto con otros países de la región para recibir refugiados y distribuirlos entre los países firmantes, como lo ha hecho Europa ante los refugiados del Medio Oriente.
Unasur debería haber sido desde hace rato el canal para éstas iniciativas. Pero es posible que algunos miembros, como Bolivia, Ecuador y la propia Venezuela, las hubieran bloqueado, por cuanto apoyarlas equivaldría a admitir el fracaso del supuesto proyecto bolivariano de la Alba, organización a la que los tres pertenecen. Con el canal de Unasur aparentemente cerrado, podría utilizarse el más ágil y pragmático de la Alianza del Pacífico, en particular para promover un pacto para recibir refugiados venezolanos, al cual se sumarían inmediatamente otros países como Costa Rica y Uruguay. La Alianza, con el apoyo de otros países que no despierten reacciones adversas en Caracas, tales como Noruega y Canadá, también podría solicitar la acción humanitaria de Naciones Unidas y la Cruz Roja.
En cualquier caso, Colombia, como país vecino y hermano, tiene tanto la obligación como credenciales incuestionables para liderar estas iniciativas de carácter humanitario.
P. S. La calumnia monstruosa que el expresidente Uribe lanzó contra Samper Ospina es un delito contra la libertad de expresión y el derecho al buen nombre que debería ser castigado ejemplarmente.
Guillermo Perry
Guillermo Perry
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