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Duque: ¿el Macri colombiano?

De aprobarse como está la ponencia de la Ley de Financiamiento podríamos acabar como Argentina.

Guillermo Perry
Había escrito esta columna sobre otro tema, pero al conocer la ponencia de la ley de financiamiento me alarmó tanto que decidí volver sobre este asunto. Considero mi obligación, como economista y columnista, advertir de los riesgos que entrañaría aprobarla tal cual fue presentada.
Apoyé los lineamientos que expuso inicialmente el ministro Carrasquilla porque ampliarían las bases del IVA y el impuesto a la renta de las personas naturales, mejorarían la competitividad de las empresas y aumentarían el recaudo, como lo exige nuestra frágil situación fiscal. Pero luego, el Gobierno se fue echando para atrás, comenzó a ofrecer nuevas exenciones y regímenes especiales, y el proyecto que finalmente presentó resolvía las necesidades de recaudo en el año 2019, pero las podía agravar de ahí en adelante. Por eso lo llamé ‘la ley de desfinanciamiento’.
Lo que quedó en la ponencia es un proyecto tipo Herman Monster: lleno de remiendos y cicatrices, impuestos temporales y privilegios injustificados. Por cada paso adelante, retrocede dos (régimen de megainversiones, eliminación de la presuntiva). No amplía las bases tributarias, pues el Gobierno ya había retirado la propuesta inicial de bajar el umbral de declaración para las personas naturales, y los ponentes sacrificaron la eliminación de exenciones en el IVA (y, por tanto, la compensación para las familias de bajos ingresos), que era lo que le confería una cierta progresividad al proyecto y reponía la mayor parte del recaudo que se perderá al desgravar las empresas. Por ello, aunque resuelve parte de las necesidades de recursos para el año 2019 (7,5 de 14 billones), agravaría enormemente el faltante previsto para los años siguientes.
En efecto, la ponencia es increíblemente cortoplacista: está diseñada para que casi todo lo que aumenta ingresos fiscales tenga efectos positivos temporales o inmediatos, y todo lo que los disminuye afecte los recaudos a partir del 2020. No preocupa tanto el 2019. El gobierno Duque tendrá que hacer parte de los recortes de gasto que había propuesto la administración saliente en el presupuesto muy ajustado que presentó al Congreso. Eso es enteramente viable, aunque políticamente difícil.
¿Pero qué sucederá en los años siguientes? El ministro de Hacienda parece convencido de que podrá ir tapando el hueco creciente con mayor control de la evasión. Quienes nunca han estado a cargo de la administración de impuestos creen que esto es pan comido, pero quienes hemos pasado por ese cargo sabemos lo difícil que resulta en la práctica. Si Carrasquilla se equivoca en su optimismo, dentro de dos años el gobierno Duque tendrá que hacer otra reforma tributaria y posiblemente acudir al Fondo Monetario Internacional por recursos temporales.
¿Quiere Iván Duque correr el riesgo de que le suceda lo que le pasó a Macri? Macri, como Duque, llegó al gobierno con el apoyo entusiasta del empresariado de su país y despertó grandes expectativas. Pero no hizo el ajuste fiscal que requería Argentina (ciertamente, mayor que el que necesita Colombia), y apenas hubo nerviosismo en los mercados por la crisis de Turquía, los capitales salieron en estampida, tuvo que acudir al Fondo Monetario, hacer un ajuste fiscal tardío y draconiano, y el país entró en recesión. Los empresarios argentinos lamentan hoy la oportunidad desaprovechada.
Ojalá no nos pase lo mismo. Aún es tiempo de corregir el proyecto de ley. Pues como está puede ser menos grave que se hunda.
P. S.: no contestaré los insultos de Germán Vargas, pero me honra que me sitúe en compañía de Juan Ricardo Ortega en contraste con las muy cuestionadas de Cambio Radical. Germán es tan hábil que logró venderle al Gobierno su propuesta de reforma tributaria sin incurrir en la responsabilidad política de sus eventuales consecuencias.
GUILLERMO PERRY RUBIO
Guillermo Perry
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