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Bogotá: ¿parada o paradoja?

El hueco negro del tráfico en Bogotá no nos deja ver el progreso en otros frentes.

Guillermo Perry
Los bogotanos piensan que las cosas van por mal camino y se sienten menos satisfechos con su ciudad que en otras capitales del país, según Bogotá Como Vamos (menos del 50 % de satisfacción en Bogotá y entre 80 y 90 % en Medellín y Barranquilla). Es comprensible que estemos muy descontentos con el transporte, pues gastamos mucho más horas entre nuestro hogar y el trabajo que los demás colombianos. Pero es curioso que nos sintamos más inseguros que en ciudades donde hay más homicidios y robos y estemos más insatisfechos con los servicios de salud y educación que donde tienen una menor calidad. ¿Cómo se explica esta paradoja?
¡Bogotá tiene hoy la mitad de los homicidios de Medellín (14 versus 29 por mil), pero los paisas se sienten más seguros (80 vs. 46 % en Bogotá)! Sin embargo, los bogotanos afirman sentirse seguros en su barrio, y hay un menor número que reporta haber padecido u observado casos de inseguridad. La paradoja está entonces en que se reconoce que la seguridad ha mejorado en lo personal, pero se piensa que el problema subsiste para los demás.
Las mejoras en salud son evidentes: cero muertes por desnutrición, menor mortalidad infantil y materna y menos embarazos adolescentes, centros telefónicos para citas y ausencia de filas. Y en educación: mejoras en pruebas Saber 11 y en el índice de calidad escolar, reducción de la deserción, desaparición del analfabetismo, ampliaciones de cupos. Pero los bogotanos siguen respondiendo que están muy descontentos con estos servicios (55 % en salud y 36 % en educación, ¡cuando las cifras respectivas en Barranquilla son solo del 30 y el 8 %!).
Y lo verdaderamente grave: los bogotanos expresan el mayor grado de insatisfacción con el transporte masivo (81 vs. 22 % en Medellín y 44 % en Barranquilla) y las vías, y tienen razón. La explicación de la paradoja es quizás que los capitalinos estamos tan desesperados con la inmovilidad en la ciudad que eso nos lleva a ver todo negro y no reconocer los progresos en otros frentes.
TransMilenio, que moviliza a la mayoría, está congestionado, y por ello se ha vuelto inseguro y foco de vandalismo. La congestión se debe a que lo planeado en el 2000 requería tener 380 kilómetros de troncales hoy, y solo tenemos 114. El Sistema Integrado de Transporte Público (SITP) se diseñó e implementó mal, y por ello vemos mucho bus azul desocupado al tiempo que algunas zonas y rutas importantes carecen de servicio. Además, las vías son insuficientes porque se registraron grandes demoras en la construcción de nuevas avenidas.
Los atrasos en TransMilenio y vías comenzaron en la alcaldía de Garzón por mala administración, se agravaron en la de Moreno por corrupción y llegaron al paroxismo en la de Petro por decisión: paró todo lo que venía, dizque para construir un “nuevo modelo de ciudad”. La parálisis fue casi total, pues se frenó lo que estaba andando pero el “nuevo modelo” nunca arrancó. Lo mismo ocurrió en vivienda.
La alcaldía Peñalosa ha retomado el rumbo anterior. Pero no ha logrado mejoras operativas en TransMilenio y el SITP y le tomó dos años conseguir los recursos y terminar los diseños de las nuevas obras. Apenas ahora van a abrirse las licitaciones. Lo que viene es grande: TransMilenio por la 7.ª, la Boyacá, la Ciudad de Cali y la 68, y extensiones en la Caracas y las Américas; la primera línea del metro (elevado, porque resultó ser la opción más eficiente) y las avenidas Alsacia-Tintal-Bosa, ALO sur y APP norte (autopista y carrera 7.ª).
Pero los efectos de este ambicioso programa de inversión tardarán en sentirse. Y si no hay mejoras operacionales, se corre el riesgo de que regrese un discípulo de Petro en el 2019 y vuelva a parar todo para soñar con su “nuevo modelo de ciudad”. Resultaría trágico para el bienestar de los bogotanos.
P. S.: suena bien el primer gabinete de Duque.
GUILLERMO PERRY
Guillermo Perry
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