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La institucionalización de la ‘mermelada’

Quien tiene la tapa del tarro de ‘mermelada’ claramente es el Centro Democrático.

El país aplaudió el hecho de que, en la conformación de su gobierno y su gabinete, el presidente Duque anunciara que no iba a repartir ‘mermelada’. Eso dio mucha esperanza de que el tejemaneje entre congresistas y el Ejecutivo, tan antiguo como la República misma, llegaría a su fin.
Aun cuando Duque nombró un gabinete en su mayoría técnico, primero le reservó al uribismo las sillas más poderosas del consejo de ministros. Al anunciar un “pacto nacional” para enfrentar los temas fundamentales, el único tema para el que convocó a las fuerzas políticas fue el de la lucha contra la corrupción. A hoy, en la práctica, no ha pasado nada. ‘Mermelada’ para los medios.
Durante los recientes contactos de alto nivel que ha patrocinado la Casa de Nariño es notoria la ausencia del Partido Liberal y de Cambio Radical. Y tienen toda la razón. Asistir para aparecer en la foto, mientras el senador Uribe Vélez anda dando órdenes inconsultas por todo el Gobierno, no hace ningún sentido político. Quien tiene la tapa del tarro de ‘mermelada’ claramente es el Centro Democrático y es quien controla unilateralmente la agenda de fondo.
Ejemplo. La supuesta convergencia programática nacional se ha convertido en la búsqueda de un endoso colectivo a favor de la derecha. Basta con mirar la recientemente presentada política de seguridad que calca la estrategia de Uribe y en la que no se le hace ninguna consideración relevante al impacto del proceso de paz sobre el conflicto armado. Ignorar la existencia de dicho conflicto y mostrar absoluta indiferencia ante un proceso de reconciliación que, a pesar de sus defectos, sacó de la guerra a medio país es –por lo menos– bastante antitécnico. En síntesis, en materia programática, toda la ‘mermelada’ es para el Centro Democrático.
Y aunque el primer mandatario usa una retórica “políticamente correcta”, los últimos desarrollos sugieren que la verdadera herencia del duquismo puede terminar siendo la institucionalización de la ‘mermelada’. Es decir, con su anuencia o a sus espaldas, se quiere consagrar constitucionalmente la supremacía de los intereses políticos sobre el bienestar general.
La reforma política, que continuará su trámite una vez se reinicien las deliberaciones legislativas, no desmonta los vicios y restricciones a la democracia. En realidad, lo que hace es incrementar el poder relativo de los políticos sobre el discurrir de la sociedad y sobre las decisiones del Estado.
La reforma política incluyó un artículo que les entrega a los congresistas el poder de decidir sobre el veinte por ciento del presupuesto nacional. Es decir, la quinta parte de los haberes del Estado –casi como si fuera un derecho herencial– será de libre disposición para los políticos. Y Paloma Valencia se atrevió a calificar este esperpento como un avance decisivo en la lucha contra la corrupción. ¡Hágame el bendito favor!
Para terminar de apuntalar la institucionalización de la ‘mermelada’, ahora el Gobierno presenta al Congreso la Ley del Plan, con un artículo demoledor. El Plan de Desarrollo usurpa y despoja a Planeación Nacional de las funciones de vigilar la racionalidad técnica y garantizar la integralidad de la inversión pública, para pasarle esa responsabilidad al Ministerio de Hacienda.
Mejor dicho, es decir que el Presidente de la República, un ministro todopoderoso y los políticos no tendrán freno técnico. Todo ello en detrimento de la calidad profesional y la transparencia de la inversión pública. Las cuotas presupuestales para los congresistas y el despojo de funciones a Planeación Nacional representan la institucionalización de la ‘mermelada’ que tanto asco aparentemente le produce al presidente Duque.
‘Dictum’. “Las palabras estrujantes desdicen de quien las dice, no de quien se dicen”. Balzac.
GABRIEL SILVA LUJÁN
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