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Una mirada optimista para 2018

El próximo año estaremos decidiendo un nuevo paso en nuestro futuro como país.

Francisco Cajiao
Por allá, a finales de los años 60, cuando estudiaba filosofía, se me atravesó en el camino Teilhard de Chardin, y la lectura de sus libros se convirtió durante años en una fuente de reflexión reiterativa.
En esa época, muchos jóvenes vivíamos con la sensibilidad social a flor de piel y con una enorme dosis de rabia por lo que estaba sucediendo en el mundo: en una y otra parte surgían movimientos juveniles que se convirtieron en mayo del 68 en París, los movimientos pacifistas en Estados Unidos, la Primavera de Praga, el fracaso de la revolución cultural en China y la matanza de Tlatelolco, entre otros. La represión aparecía por todas partes y superar las enormes brechas de pobreza y exclusión que se esparcían por todo el mundo resultaba imposible. El mundo parecía no tener salvación.
Es aquí cuando me viene a la cabeza un texto de los ‘Escritos de tiempo de guerra’, garabateados en las trincheras mientras Teilhard se desempeñaba como camillero en la Primera Guerra Mundial: “Como un carromato que rechina y traquetea, el progreso avanza dolorosamente en medio de magulladuras y llantos...”.
En estas pocas palabras había el optimismo necesario para no claudicar ante la aparente barrera infranqueable de esas realidades de la época. Pero estas mismas palabras adquieren nuevo valor viendo nuestro país avanzando tan dolorosamente hacia nuevas perspectivas de paz y progreso, con las magulladuras que provienen de quienes, bajo todas las formas, se resisten al cambio y el llanto de los miles y miles de víctimas, ya no de la violencia física, sino de la intolerancia, la mezquindad y la incapacidad de aquellos que no pueden ver más allá de sus narices.
El año próximo estaremos cumpliendo 50 años de muchos de estos acontecimientos, y con esta perspectiva de apenas cinco décadas podemos afirmar, sin lugar a ninguna duda, que el mundo ha cambiado, que a pesar de todo se van imponiendo horizontes éticos que apuntan a la tolerancia, a la búsqueda de más elevados niveles de convivencia y al rechazo universal de los fanatismos que pretenden imponer verdades universales a sangre y fuego. Los grandes hallazgos y desarrollos tecnológicos han incrementado la esperanza de vida y han influido en transformaciones muy hondas de las relaciones sociales. El progreso avanza en medio de magulladuras y llantos.
El próximo año estaremos decidiendo un nuevo paso en nuestro futuro como país: tendremos que saber si empujaremos este carromato que rechina y traquetea por la senda de la paz y la reconciliación o si haremos más difícil el camino a las nuevas fronteras éticas que nos exigen las generaciones por venir.
Añade el padre Teilhard algo muy bello y muy duro que quiero dejar a mis lectores como reflexión para estos días de reposo, para que se llenen de optimismo y no decaigan en sus anhelos: “Quien ha resuelto la admisión del amor y las inquietudes del mundo en su vida interior va a comprobar en seguida lo que esta noble ambición ha de costarle: tiene, ante todo, y en cualquier hipótesis, que trabajar por empujar las cosas, y a su propio ser, por la ruda pendiente de la liberación...
“La multitud de los muertos le grita que no decaiga, y desde el fondo del porvenir, los que esperan su vez para nacer, le tienden los brazos y le suplican que les construya un nido más elevado, más luminoso y más cálido.
“Tal vez tenga que aceptar el papel del átomo imperceptible que desempeña fielmente, pero sin brillo, la función oscura, útil al bienestar y al equilibrio del Todo en razón del cual existe; tendrá que consentir algún día en ser la partícula de acero, a flor de lámina, que habrá de saltar al próximo esfuerzo, el soldado de la primera oleada, la superficie útil y sacrificada del cosmos en actividad”.
¡Feliz año!
FRANCISCO CAJIAO
fcajiao11@gmail.com
Francisco Cajiao
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