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Petro y su desafío al Estado de derecho

Su retórica nos lleva a un mecanismo en que todo se exige sin que exista el dinero para financiarlo.

Curioso acto al que asistimos todos los colombianos la semana pasada. Claudia López y Antanas Mockus, dos abanderados del partido verde, cedieron a la presión, dejaron atrás la coalición Colombia de Sergio Fajardo y Jorge Enrique Robledo –quienes decidieron su voto en blanco– y se la jugaron con el petrismo y Gustavo Petro. Pero lo curioso del acto no es por el apoyo que se dan los políticos en campaña, sino por el extraño juramento que le obligaron hacer a Gustavo Petro a cambio de su adhesión.
Fueron 12 mandamientos que Petro juró cumplir; de ellos, destaco dos que sorprenden por lo curioso de sus contenidos. El primero, el de “No convocar una asamblea constituyente” y, el segundo, el de “Respetar la propiedad privada en los términos ordenados en la Constitución”.
En cuanto a la idea de no convocar una asamblea constituyente, Petro juró no hacerla, luego de que en innumerables ocasiones había manifestado lo contrario. En el marco del acto político celebrado en la plaza de Bolívar de Bogotá y a dos semanas de la segunda vuelta presidencial, era lógico que lo hiciera.
Sin embargo, la historia de la región muestra como líderes populistas como Petro han planteado la misma idea para ganar las elecciones y posteriormente revisitan su idea de constituyente. Y es lógico en el caso de Petro, puesto que nadie puede explicar la forma como podría gobernar un país con pocos congresistas y con una oposición cerrada. El caso de Venezuela con un angelical Hugo Chávez y en Ecuador con la ruptura de Rafael Correa son suficientes antecedentes. De esas mentiras vecinas quedaron las constituciones de Venezuela de 1999 y la de Ecuador de 2008.
Un segundo aspecto que cabe plantear es el relativo a la promesa de respetar la propiedad privada. Allí la cosa es más compleja porque la preocupación de Claudia López y Antanas Mockus es que Petro no les quite la propiedad a los ciudadanos poseedores de tierra. Petro juró no hacerlo, pero seguramente mantiene su ambigua propuesta de imponer un impuesto predial excesivo a los propietarios de tierra improductiva para luego obligarlos a vendérsela al Estado a través de bonos del Tesoro. La gran pregunta es sobre el alcance de su propuesta, que hace 20 años fue adelantada por el coronel Hugo Chávez, y ya sabemos cómo terminó.
Frente a estas dos promesas debe decirse que es evidente el nivel de desconfianza de quienes se adhieren a la propuesta de Petro, teniendo en cuenta que los dos aspectos analizados son los pilares de la existencia del Estado de derecho y del republicanismo desde los momentos germinales de las revoluciones liberales.
Dudar de un candidato que puede destrozar las instituciones y un pilar del Estado, como lo definía John Locke, como la “propiedad” es muy preocupante. Es lamentable que el odio al expresidente Álvaro Uribe, como lo recordaba Alfonso Cuéllar en su columna de ‘Semana’, lleve a colombianos pensantes a entregarlo todo, a cualquier costo. Incluso uno pensaría que si el candidato fuera Nicolás Maduro, el espíritu tonto y cerril de muchos los llevaría a escoger al sátrapa venezolano contra Iván Duque. Hasta ese punto ha llegado la ceguera de cierta parte de la población pensante en Colombia.
Celebro que los gremios, los innovadores, los empresarios, los industriales y quienes generan riqueza en este país acompañen el proyecto de Duque. Son los que producen y quienes dan empleo los que en parte han permitido que tengamos un Estado social de derecho y que avances como la existencia de un sistema universal de salud –Sisbén–, educación pública, casas gratuitas, infraestructura, la misma paz o las inversiones del posconflicto existan. Lo demás es mera retórica que nos lleva a un mecanismo en que todo se exige, sin que exista el dinero para financiarlo.
Desconocen los amantes de las fábulas que el Estado –ese que quieren agrandar y convertir en un monstruo– es el mismo que rompió la estructura política, social y económica en Alemania, Italia o Austria en los años 30 del siglo pasado y se replicó en dictaduras como la venezolana, cubana o nicaragüense.
La decisión el 17 de junio debe ser simple. Iván Duque o el comienzo del fin.
FRANCISCO BARBOSA
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