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La memoria viva

En la literatura se conjugan la vida y la muerte, la materialidad y la espiritualidad.

No he concebido mi vida por fuera de los libros, ni de la lectura. Desde siempre, la idea de encontrarme con un libro fue vista como un ejercicio dialógico con autores que me aconsejan y me llevan por meandros insondables. Algunas veces son grandes abismos, otras veces aguas procelosas y, las más de las veces, senderos borgianos que se bifurcan.
En ese buscar y rebuscar historias, he observado que la memoria juega un rol trascendental en la literatura y en la vida por todo lo que implica para el autor y el lector. En algunas ocasiones darle un merecido a alguien o evidenciar un momento, un lugar, un café, una sonrisa, una mirada, un mal recuerdo o simple y llanamente una pérdida.
En la literatura se conjugan la vida y la muerte, la materialidad y la espiritualidad, el amor y el dolor. Es una apuesta para darnos elementos; para seguir razonando y viviendo. Todo esto se conjuga en varios autores que he tenido la posibilidad de seguir en los últimos años. En ellos, el juego de la memoria evidencia un rol esencial. Una memoria acumulativa, disfuncional e incierta. Esa es la memoria que vale. Aquella oficial, única y formateada, no merece ser entendida porque su falseamiento es evidente.
Escribiendo sobre la memoria, recuerdo a Borges con sus cuentos Tema del traidor y del héroe, Deutsches Requiem o el doloroso Emma Zunz, al catalán Enrique Vila- Matas con su Bartleby y compañía, a mi buen amigo el escritor universal Mauricio Wiesenthal con su nostalgia de la Europa cuando las luces se apagaban, a Jorge Semprum y su doloroso recuerdo en el campo de concentración de Buchenwald, a Alexandre Jardin con su libro De gens très bien en el que ajusta cuentas con su abuelo colaborador en la deportación de miles de franceses a los campos de concentración entre el 20 de abril de 1942 y el 30 de octubre de 1943, a Fernando Aramburu y el dolor de entender cómo la memoria juega un papel en la reconciliación luego del conflicto armado, en este caso el de Eta en España o el maravilloso Patrick Modiano, que más que libros tiene una obra que trata de entender su condición de víctima de su padre en un mundo de la posguerra donde todo puede ser posible.
Qué decir del Olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince, que partió en dos la historia de un padre con su hijo luego de ser asesinado por los paramilitares en la tumultuosa Medellín de los años 80. Nunca dejaré de pensar en la frase de Héctor cuando citando a Yehuda Amijai señaló: “Y por amor a la memoria llevo sobre mi cara la cara de mi padre”. O el laberinto de los ninguneados del mexicano Octavio Paz o el Mi querido viejo, del poeta y cantante popular Piero.
Javier Cercas también trató la memoria en un poderoso libro, El impostor, que nos muestra la doble faz de Enric Marco, un nonagenario que se hizo pasar toda la vida como sobreviviente de campos nazis, cuando en realidad nunca estuvo en ellos. El francés Pierre Lemaitre en una maravillosa novela Au revoir là-haut nos muestra los meandros de los años posteriores a la Primera Guerra Mundial y los juegos con la memoria de las víctimas por parte de todos los involucrados.
Son muchos los escritos que abordan la memoria y muchos que explican la transición de la guerra a la paz. No solo en textos técnicos, sino en páginas sentidas donde las zonas grises del dolor se sacuden frente a las posturas divisorias de los buenos y los malos. En la última semana leí con avidez y placer un hermoso e impactante libro del escritor peruano Renato Cisneros, La distancia que nos separa, que trata de la historia de su padre, un general peruano, Luis Federico ‘El Gaucho’ Cisneros, quien lideró una lucha sin cuartel contra las guerrillas peruanas en la década de los 80.
Más allá de las historias de la memoria abstractas, nuestro país está lleno de esas historias desde múltiples vertientes. Algunas son citadinas, sofisticadas; otras, con el machete y el dolor a flor de piel como nos las recuerda el escritor Alfredo Molano. Historias e historias de toda laya, una larga travesía colombiana por la paz.
FRANCISCO BARBOSA
Ph. D. Derecho Público, Universidad de Nantes (Francia), Docente Universidad Externado.
Twitter: @frbarbosa74
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