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No todo tiempo pasado fue mejor

Creo en la felicidad que espera por nosotros en los días que están por venir.

Ahora que veo, que contemplo, este par de palmas espigadas, robustas, centenarias quizás, que adornan la piscina del hotel Guadalajara de Buga, palmas míticas, emblemáticas, que han visto crecer a tantas generaciones de vallecaucanos, que los han visto aprender a nadar, a sus pies, que han inspirado a tantos visitantes asiduos y a tantos huéspedes de ocasión: aquellos que no fueron capaces de seguir de largo y se detuvieron para saludar al Señor de los Milagros, para probar las empanadas de Saturia, para llevar a casa los desamargados o el manjar blanco que siguen preparando con la receta de doña Cecilia Payán… de estas palmas imponentes quisiera decir también que son inolvidables. Pero no lo sé.
¿Permanecerán estas palmas idílicas hasta el final de los días en algún cajón de mi cerebro que podré abrir cuando quiera viajar a este presente que alguna vez –muy pronto, mañana mismo– será pasado? ¿Podré verlas de nuevo aunque no las tenga al frente como ahora, aunque esté lejos en el tiempo y en la distancia?
¿Conservará mi memoria esos recuerdos que deliberadamente he querido guardar para siempre y a los cuales estoy seguro de que querré volver cuando me ataque la nostalgia, cuando necesite llegar a las fuentes de la inspiración? ¿Esas imágenes que se han robado mi atención, como estas palmas en donde pasan la noche decenas de pájaros que están de paso en su largo camino desde Canadá hasta La Patagonia? ¿Esos paisajes que me han dejado sin aliento cuando, a la vuelta de una curva, la naturaleza sube el telón y deja ver tantos encantos? ¿Esos instantes que nos han emocionado hasta las lágrimas? ¿Esas conversaciones que se han prolongado porque resultan reveladoras, porque nos permiten descubrir recodos del ser humano que desconocíamos?
No creo que sea cierto, como lo dice don Jorge Manrique en las coplas que compuso por la muerte de su padre, que todo tiempo pasado haya sido mejor. Creo en la felicidad que espera por nosotros en los días que están por venir –creo en esa dicha más que en el porvenir mismo–, pero estoy convencido de que el ejercicio de mirar para atrás es inevitable, que tendemos a él porque allí están los referentes con los cuales juzgamos el presente. Porque allí, para bien o para mal, está la certeza de lo vivido en contraposición a la incertidumbre del mañana.
FERNANDO QUIROZ
En Twitter: @quirozfquiroz
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