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Como un huracán

Los mensajes se escriben con muy pocas palabras porque no hay tiempo que perder.

Fernando Quiroz
Recuerdo cuando había que esperar una semana para ver el siguiente capítulo de las series de televisión. ¡Una semana completa! Una semana en la que se barajaban las diversas posibilidades de lo que podría suceder: y se les apostaba al amor o al desamor, a la muerte o a la resurrección, a la huida o a la permanencia, al protagonista o al antagonista.
Y llegada la hora estábamos allí, al frente del televisor, para conocer una verdad que los libretistas solían aplazar sin piedad. Y si es que por fin se decidían a revelarla era porque ya habían lanzado otro anzuelo que no demoraríamos en morder y que se robaría nuestra atención al menos por una semana más.
Había que esperar por las series. Había que esperar hasta el regreso a casa para poder tomar el teléfono y llamar a aquel amigo con el que planeábamos conquistar el mundo. Había que esperar hasta el día siguiente para leer las noticias en el periódico y saber si eso que se rumoraba era cierto. Había que esperar hasta el fin de semana para ir hasta la casa de la abuela y calmar el antojo de la torta de naranja y chocolate.
El mundo ha cambiado y no peleo con esa realidad. Ni siquiera diré, como don Jorge Manrique, que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”.
La televisión digital, la telefonía móvil, las plataformas de información, el internet de las cosas y toda esta onda de tecnologías han terminado por rendirle culto a la inmediatez.
Las nuevas generaciones no han aprendido a esperar. El siguiente capítulo se puede ver apenas ruedan los créditos finales del anterior. El plan con el amigo se cuadra en dos o tres mensajes de ida y vuelta de WhatsApp, que se escriben mientras cambia el semáforo. Lo que está sucediendo al otro extremo del planeta se conoce al instante con lujo de detalles. Un domiciliario con chaleco color naranja encendido se mete en contravía por las calles que separan nuestra casa de la casa de la abuela con tal de traer en pocos minutos la torta que ya no llegará al fin de semana.
Los mensajes se escriben con muy pocas palabras porque no hay tiempo que perder. La premura domina al hombre, que vive la juventud como un huracán, y tal vez llegue cansado a la madurez. Pero de tanto en tanto la humanidad mira hacia atrás con atención, añora y reflexiona. Y quizás comprenda que no valió la pena vivir tan de prisa, sin detenerse a contemplar.
FERNANDO QUIROZ
En Twitter: @quirozfquiroz
Fernando Quiroz
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