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El ciudadano Trump

Está lejos de ser una casualidad que ‘Ciudadano Kane’ sea la película preferida de Donald Trump.

Fernando Posada
Años antes de su elección como presidente de Estados Unidos, al siempre controversial Donald Trump le preguntaron en una entrevista cuál era su película preferida. ‘Ciudadano Kane’, respondió sin pensarlo dos veces.
Se trataba de una respuesta que, cuando menos, desconcertaba a millones de personas acostumbradas a chocar con cada una de sus opiniones. En esa oportunidad, y quizás por única vez, le dieron a Trump la razón. Al mismo tiempo, la seguridad en cada palabra de la celebridad de la televisión norteamericana dejaba claro que durante mucho tiempo había pensado en el asunto y que guardaba una profunda noción de empatía hacia Kane, algo inusual en su personalidad individualista. ¿Por qué había escogido Trump una película cargada de tanta profundidad y crítica hacia la ambiciosa mentalidad del siglo pasado?
En esencia, porque es mucho en lo que se parecen. La película, dirigida y protagonizada por Orson Welles en 1941, cuenta la historia de Charles Foster Kane (basada en la vida del magnate William Randolph Hearst), el heredero de una inmensa fortuna a finales del siglo XIX en la pujante economía de Estados Unidos. Desde muy joven, Kane fue el centro de atención de los medios de comunicación y de una nueva generación neoyorquina que recibía el siglo XX con la esperanza de transformaciones políticas y sociales.

El resultado de la ambición como una desmesurada filosofía de vida, visto desde las historias de Kane y Trump, no parece ser otro que la pérdida de la empatía y el amor.

En pocos años, Kane se convirtió en el dueño de algunos de los más relevantes medios de comunicación norteamericanos, divulgando sus críticas hacia la clase política y mostrándose ante los ojos de la ciudadanía como una especie de nuevo monarca de una sociedad fascinada por los excesos y los millones. Los norteamericanos veían en la desbordada prosperidad de Kane, como cien años después ocurriría con Trump, la personificación del sueño americano.
Obsesionado por el protagonismo y la figuración, Kane se convirtió en un referente de opinión para los norteamericanos, siendo determinante su posición a la hora del ingreso de Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial. Luego de varios años de propuestas y coqueteos por parte de los partidos políticos, ocurrió lo que muchos esperaban: decidió incursionar en la política. Y fue su derrota como candidato a la gobernación de Nueva York el inicio de la debacle en todos los aspectos de su vida. El fracaso de sus matrimonios, la quiebra de muchas de sus empresas y la soledad fueron todos el resultado de su obsesión por el poder y la riqueza como un fin antes que un medio.
En sus orígenes, Kane y Trump fueron reconocidos como jóvenes emprendedores cuyos sus nombres, que siempre buscaron resaltar en lo más alto de los rascacielos, aviones y medios de comunicación, fueron sinónimo de éxito para millones. Pero lo paradójico es que en medio de la esplendidez y los excesos desorbitantes, su fascinación por el poder los llevó a protagonizar ante los ojos del mundo entero una de las más emblemáticas figuras trágicas de la modernidad: tenerlo todo, habiendo perdido lo más preciado en el camino para alcanzarlo. “Que consiga una mujer diferente”, respondió fríamente Trump cuando en esa misma entrevista le preguntaron qué le recomendaría al personaje de Kane. El resultado de la ambición como una desmesurada filosofía de vida, visto desde las historias de Kane y Trump, no parece ser otro que la pérdida de la empatía y el amor.
Está lejos de ser una casualidad que ‘Ciudadano Kane’ sea la película preferida de Donald Trump. ‘Rosebud’, la palabra final del magnate en la película, explica el deseo final e imposible de Kane: la necesidad de regresar a las emociones más simples y humanas. Con cada una de las paradojas de esa película, en la que los titulares de prensa y las fiestas multitudinarias enmascaran una vida privada llena de desconfianza, engaño y soledad, el presidente Trump encuentra una profunda identidad.
FERNANDO POSADA
Fernando Posada
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