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El duro camino de la paz

Debemos pasar de la confrontación Uribe-Santos y dedicarnos a luchar por la reconciliación del país.

La marcha de los uribistas con la participación activa de ‘Popeye’, el antiguo jefe de sicarios de Pablo Escobar, es una muestra del nivel de polarización al que ha llegado Colombia, y lo peor, es un indicio oscuro de lo que nos espera si la paz fracasa en el país.
Por esta razón, después de la firma del acuerdo con las Farc, el tema central es la construcción de la paz. Se equivocan algunos sectores políticos cuando piensan que la paz ya pasó.
La firma del acuerdo y la aprobación en el Congreso de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) son apenas el comienzo del proceso de construcción de una cultura de la paz, que tanto requieren los colombianos.
Desde el siglo antepasado, nuestra historia ha sido una sola saga de guerras civiles y confrontaciones agudas, las cuales se iniciaron con Bolívar y Santander. Esas disputas obstaculizaron las tareas urgentes que necesitaba una joven nación, asfixiaron una cultura de la paz y la tolerancia. Hoy, dicha polarización, que no permite que el país avance, está representada en la rivalidad entre Uribe y Santos.

La firma del acuerdo y la aprobación en el Congreso de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) son apenas el comienzo del proceso de construcción de una cultura de la paz.

El día que se consolide una cultura de la paz en el país, el senador Uribe Vélez y su séquito de políticos corruptos y aliados, como el antiguo jefe de sicarios del cartel de Medellín, pasarán a la historia como los enemigos furiosos de la paz.
La paz no es de Santos ni de la guerrilla, es un asunto que nos compete a todos los colombianos. Por esta razón, debemos voltear la página de la confrontación entre Uribe y Santos, y dedicarnos a luchar por la reconciliación del país.
La empresa privada, las fuerzas democráticas del país, los sectores progresistas del conservatismo, la izquierda eterna (siempre dividida y fragmentada) y el pueblo en general deben saber que la paz es el eje estratégico de la próxima década.
La corrupción es la pandemia del país; la practican desde los candidatos a las alcaldías y sus alianzas perversas con las familias poderosas de las regiones hasta los candidatos a la presidencia de la República.
Desde los ministerios y sus convenios venales con los contratistas hasta los organizadores de reinados de belleza, juegos de azar y concursos literarios. La lucha contra este flagelo, que es propio de una sociedad que tocó fondo, debe estar ligada al proyecto de paz que tanto requiere nuestra nación.
Si dejamos la paz en manos de sus enemigos, un día no muy lejano el país será gobernado por aquellos personajes siniestros que han vivido de la guerra, la corrupción y el bandidaje.
FABIO MARTÍNEZ
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