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El metro del olvido y…

El proyecto de metro elevado de la administración Peñalosa no tiene pies ni cabeza.

La Troncal del descuido. Tal podría ser el título de la opereta que protagonizan la diva Janet Mantilla, mezzosoprano ligera del IDU, y el divo Andrés Escobar, barítono del metro, con libreto, música, coreografía y dirección de orquesta del maestro Enrique Peñalosa, urbanista.
El barítono ha cantado la siguiente aria cómica o ‘couplet’: “Fallamos por ser demasiado optimistas” (risas en el público) Una comparsa de voz aflautada le pregunta al barítono “si los constantes aplazamientos del metro (elevado) no dañan la responsabilidad del proyecto, el barítono hace una mueca chistora, baila como si estuviera en Rock al parque" y contesta: “desde un comienzo se nos olvidaron unas cosas importantes que no habíamos tenido en cuenta (…) Ahora entiendo por qué ha habido siete proyectos de metro que han fracasado. Antes yo pensaba que había sido falta de voluntad”. (Los espectadores estallan en carcajadas, hasta las butacas ríen). Doy el consabido crédito por la retransmisión de esta pieza operática del Siglo XXI, emitida originalmente en ‘La Silla Cachaca´, a la sección ‘De labios para afuera’ (El Espectador, 22 de agosto, 2018).
Ahora sí entiendo por qué fracasó el proyecto de metro elevado de la administración Peñalosa. Porque no tiene pies ni cabeza (léase estudios técnicos serios y completos), como lo han denunciado reiteradamente, con sobra de argumentos y documentos, el concejal Hollman Morris, el representante Germán Navas Talero y el economista Aurelio Suárez, entre otros. Y a esa falta de estudios de factibilidad, se agrega que el proyecto disparatado del ME está manejado por payasos, es decir, por gentes elevadas y desmemoriadas. Declarar que “se nos olvidaron unas cosas importantes que no habíamos tenido en cuenta”, no se le hubiera ocurrido ni al inolvidable Cantinflas. Si no las habían tenido en cuenta, ¿cómo se les iban a olvidar?”. Simplemente hubo una cosita importante que no tuvieron en cuenta: la ingeniería de detalle.

Declarar que “se nos olvidaron unas cosas importantes que no habíamos tenido en cuenta”, no se le hubiera ocurrido ni al inolvidable Cantinflas.

La opereta no termina aquí. En la segunda parte, menos chistosa que la primera, y más sorprendente, escuchamos a la Mezzosoprano ligera que canta: “Los diseñadores entregaron los diseños” (risas, ¿qué otra cosa deben entregar los diseñadores?) “y la interventoría los aprobó. Ahora mismo los estamos revisando con los ingenieros del IDU para resolver las dudas técnicas. Estamos en el 99% del proceso y esperamos que esté listo esta emana para abrir el proceso de licitación” (EL TIEMPO, 23 de agosto, 2018).
En qué mundo vive la doctora Mantilla, sabrá ella; pero no parece estar enterada de que un documento emanado del mismo IDU y todavía no refutado –porque es irrefutable—demostró que con “los diseños que entregaron los diseñadores”, solo se llega a la conclusión de que no se puede abrir una licitación y de que el proyecto de la TTM7 “es inviable”. Así que la doctora Mantilla se engaña a sí misma y quiere engañar a la ciudad con el cuento de que “la próxima semana espera “abrir la licitación”.
También se le olvidó a la doctora Mantilla, o no la ha tenido en cuenta, que hay una acción popular, sustentada por dos expresidentes de la Corte Constitucional (Jorge Iván Palacios y María Victoria Calle) y un expresidente del Consejo de Estado (Gustavo Gómez Aranguren), que intenta, en defensa de la séptima, ponerle fin al peligroso proyecto de la Troncal y brindarle a la administración la oportunidad de asumir un nuevo proyecto que sea viable.

Solo se llega a la conclusión de que no se puede abrir una licitación y de que el proyecto de la TTM7 es inviable.

Tampoco ha tomado en cuenta la directora del IDU una denuncia gravísima de la exdirectora del IDU y exconcejal de Bogotá, María Fernanda Rojas, hecha en un trino y según la cual varios funcionarios del equipo técnico del IDU se han negado a firmar “los diseños” y han preferido renunciar.
Ni ha respondido a interrogantes que le formula el concejal Manuel Sarmiento, muy bien sustentados: “El IDU sigue ocultando los estudios de Transmilenio por la carrera séptima”. http://manuelsarmiento.com/el-idu-sigue-ocultando-los-estudios-de-transmilenio-por-la-carrera-septima/
Como colofón, en “un documento elaborado por la Cámara de Comercio de Bogotá, la Veeduría distrital, el programa Bogotá, cómo vamos (BCV), las Universidades Javeriana y El Bosque, y Corposéptima se plantea que, más que hacer operativo un corredor para TM, la intervención debe ser integral en urbanismo, movilidad, medio ambiente y espacio público” (EL TIEMPO, 23 de agosto, 2018).
La reseña del documento que publica este diario, permite deducir que las entidades respetables que lo suscriben le están diciendo claramente al señor alcalde Mayor que desista de meter por la carrera séptima una troncal de Transmilenio, y que aproveche este año y medio que le queda para estructurar, en consonancia con las distintas entidades y Universidades que se interesen, un proyecto urbanístico (no urbanizador) que haga de la séptima un gran bulevar, una vía de ensueño, con transporte masivo liviano, semejante al que hoy tiene, y en lo posible, eléctrico. Eso no costaría ni la cuarta parte de lo que podría valer la troncal insensata, y no tardaría más de cinco años en quedar realizado, siempre y cuando no se lo adjudiquen a contratistas como los que se encargaron de la peatonalización de la séptima, entre San Francisco y la calle 24.
Si alguno tiene dudas de la inconveniencia total de la troncal por la séptima, lo invito a mirar el render que publica ‘El Espectador’ (23 de agosto, 2018) y comprobar, además de la visión antiestética, cómo las estaciones en los separadores centrales aniquilarían la séptima, como aniquilaron la Caracas y la Avenida Jiménez.
ENRIQUE SANTOS MOLANO
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