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Aves de la Van der Hammen

El precioso almanaque viene ilustrado con trece de las especies que se crían en la reserva.

Podría ser el recuerdo nostálgico del gran pulmón ecológico que hoy nos da oxígeno a los habitantes de Bogotá, o de lo que pudo haber sido el mayor parque ecológico de América Latina, si los planes urbanizadores del alcalde talador de árboles, Enrique Peñalosa, continúan su marcha mortal sobre la reserva Thomas van der Hammen.
Me refiero al precioso almanaque Aves de la reserva Thomas van der Hammen 2019, publicado por la Asociación Bogotana de Ornitología (ABO). El almanaque viene ilustrado, en cada mes del año, por una de trece de las especies que se crían en los terrenos de la reserva, las que podrían desaparecer en un futuro bajo la amenaza de ciertas aves de rapiña, ajenas al hábitat del humedal. (Esto no lo dice el almanaque, lo digo yo y lo han dicho antes, y lo seguirán diciendo, numerosos científicos y expertos ambientalistas).
Las ilustraciones de las especies, de presencia majestuosa, “fueron seleccionadas después de realizar un concurso de fotografía para los socios activos. Se recibieron 150 fotos, y el comité designado por la ABO eligió 13, las cuales fueron donadas por los ganadores, Alfonso Arciniegas, Nabhi Romero, Camila Gutiérrez, Julián Mondragón, Pedro Arturo Camargo y Sergio Chaparro Herrera”.

El solo acto de hojear el almanaque Aves de la reserva Thomas van der Hammen suministra un goce visual inigualable. Una auténtica elación

Tales fotografías corresponden a: portada, búho sabanero; enero, elanio coliblanco; febrero, pinchaflor azulado; marzo, garcita cuelligris; abril, cernícalo americano; mayo, chulo o gallinazo negro; junio, perico cascabel; julio, cometa coliverde; agosto, chirlobirlo; septiembre, alcaraván; octubre, semillero colifajeado; noviembre, gavilán aludo, y diciembre, colibrí chillón.
No entro en el encomio descriptivo de las especies ornitológicas, ni de las fotografías espléndidas que las reproducen, porque es un espectáculo que los ciudadanos tienen el derecho de apreciar por sí mismos. Apenas adelanto, para quienes todavía no lo tengan, que el solo acto de hojear el almanaque Aves de la reserva Thomas van der Hammen suministra un goce visual inigualable. Una auténtica elación.
La investigadora Diana Obregón Torres publicó, hace poco más de un cuarto de siglo (Banco de la República, 1992), un trabajo muy valioso sobre la historia y el desarrollo de las Sociedades Científicas en Colombia, entre 1859 y 1936 (‘La invención de una tradición’). Si ese trabajo tan útil pudiera ser actualizado, tendría sin duda que incluir a la Asociación Bogotana de Ornitología como una de las más importantes entre las que hoy existen en el país como continuadoras y preservadoras de una tradición civilizadora, que Diana Obregón recorre minuciosa hasta 1936.
La ABO “una ONG de carácter privado, sin fines de lucro, organizada bajo la ley colombiana, tiene como finalidad promover y divulgar el conocimiento, la investigación y la conservación de las aves silvestres de Colombia, con especial énfasis en Bogotá y zonas aledañas”, dice el premio del almanaque, que me permito transcribir completo porque es breve y explica con sencillez elocuente los propósitos de esta sociedad científica benemérita.
“La ABO ha trabajado durante los últimos veinte años en la conservación y el disfrute de las aves silvestres a través de proyectos de investigación, participación ciudadana, educación, divulgación y observación de especies residentes y migratorias en ecosistemas urbanos, rurales y naturales de la sabana de Bogotá y Cundinamarca.
“Trabajamos con una amplia variedad de socios y aliados que incluye entidades distritales, regionales, gremios, organizaciones sociales y ambientales de Bogotá y Cundinamarca y cientos de personas preocupadas por el medioambiente en la ciudad.
“Lo invitamos a apoyar la misión de la ABO, participando en nuestras actividades de investigación y educación que desarrolla la ABO para la conservación de las aves”.
El almanaque Aves de la reserva Van der Hammen (se consigue en las librerías de Bogotá) nos deja apreciar las posibilidades inmensas de investigación científica, desarrollo de proyectos, o de simple recreación, si el Parque Ecológico Reserva Thomas van der Hammen llegara en un futuro más o menos próximo a constituir una realidad que beneficiaría al país y atraería a visitantes de todo el planeta y a grandes científicos que nos aporten su sabiduría y su conocimiento.
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