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Oposición y consensos

A primera vista, oposición y consenso se repelen. ¿No se identifica acaso aquella con el disenso?

¿Son compatibles las nociones de oposición y consenso? Y si lo son, ¿bajo qué parámetros? El rumbo de la democracia colombiana depende en buena parte de la respuesta que les sepamos dar a tan importantes interrogantes.
A primera vista, oposición y consenso se repelen. ¿No se identifica acaso aquella con el disenso? Desde diversos sectores (izquierda, derecha y hasta centro) se confunde la oposición con trifulca. Es una forma especial de entender la política asociada casi exclusivamente con el conflicto y la confrontación. Todo lo contrario se descalifica como unanimismo y antidemocrático.
Pero estaríamos ante una dicotomía falsa y simplista. En política y en democracia, la oposición existe sobre la base de algunos consensos. Sin estos, la política es reemplazada por la guerra y sus violencias.
Hasta aquí, un resumen bastante apretado de los términos de un debate teórico que podría extenderse. El discurso de victoria del presidente electo ofrece las bases para una discusión mucho más concreta.
“¡No más divisiones, pensemos en un país con todos y para todos!”, expresó Duque al finalizar la jornada del 17 de junio: “Esta elección es la oportunidad que esperábamos para pasar la página de la polarización”. Añadió que no reconocía “enemigos”, que la “política de la decencia” es la que “se hace estrechando las manos (...), motivando el diálogo”.

En su discurso, Duque anunció algunos de los temas de un
posible acuerdo: corrupción, seguridad, justicia, paz ... Mientras
más amplio el temario, más difícil
el consenso.

No fue un discurso ‘unanimista’. El suyo fue un mensaje para “una Colombia en medio de nuestras diferencias”, donde “no tenemos que pensar igual”. Un mensaje, es importante advertirlo, de alguien que viene de la oposición y, desde la oposición, fue “capaz de concertar con todos los sectores y (...) respaldar las iniciativas de otros partidos”.
Duque, sin embargo, ha propuesto un ‘pacto por Colombia’ para sacar adelante una agenda de reformas que empujen el país con mucha más fuerza hacia un porvenir con esperanzas. ¿Cuáles serían los temas de dicho pacto? ¿Quiénes lo suscribirían? Y una pregunta fundamental: ¿cómo hacer compatible el pacto con el ejercicio de la oposición?
“Pasar la página de la polarización” es, por supuesto, un primer paso. Y elemental. Hay que aclarar. Existen por lo menos dos tipos de ‘polarización’. La una, motivada por las divisiones entre Santos y Uribe. La otra, que terminó marcando la segunda vuelta de la campaña electoral, entre la ‘derecha’ y la ‘izquierda’.
La visita del presidente electo a la Casa de Nariño sirve para comenzar a limar cualquier aspereza entre los gobiernos entrante y saliente. La foto que retrata a los dos líderes con sus respectivos equipos conversando sobre el empalme es nacionalmente alentadora.
Hacen falta, sin embargo, reuniones similares con quienes se opusieron a su candidatura hasta el final. Con Gustavo Petro, sin dudas. No es el único. Duque haría bien en dialogar además con otros líderes como Sergio Fajardo, Humberto de la Calle, Claudia López, Clara López Obregón...
Hasta cierto punto, las solas reuniones con estas y otras figuras políticas opuestas a su candidatura serían en principio más significativas que el contenido de un posible consenso. Ellas estarían indicando el consenso mínimo que exige la política democrática: la civilidad del diálogo. Quienes crean que esta es una sugerencia banal podrían leer al sociólogo John Hall (The Importance of Being Civil. The Struggle for Political Decency, Princeton, 2013).
En su discurso, Duque anunció algunos de los temas de un posible acuerdo: corrupción, seguridad, justicia, paz ... Mientras más amplio el temario, más difícil el consenso. Ello forma parte de la discusión. Hay que comenzar por lo más básico: conversar con la oposición.
EDUARDO POSADA CARBÓ
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