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Reto logístico para el próximo presidente

Sin competitividad no hay progreso y estaremos nadando en contracorriente para reducir la pobreza.

El aguacate está de moda en Colombia: es protagonista en la actual contienda electoral cuando se discute el modelo de desarrollo económico y es uno de los productos con mayor nivel de crecimiento de la canasta exportadora (puede superar la barrera de los 100 millones de dólares en 2019). Sin embargo, como ocurre con muchos bienes producidos en el país, su potencial se ve limitado por los elevados costos y tiempos asociados con el movimiento y gestión de la carga nacional. Según el Departamento Nacional de Planeación (DNP), la exportación de un producto generado localmente implica tiempos logísticos de hasta 180 horas (casi cuatro veces por encima del estándar internacional de 48 horas), incluyendo los componentes de cargue/descargue, transporte y aduana.
El problema para un campesino del Tambo (Cauca) que cultive aguacate hass inicia en el denominado “primer kilómetro”, en donde enfrenta la carencia de infraestructura y servicios especializados para mover su carga, así como los altos costos de transporte por nuestras carreteras. Movilizar un contenedor de 14 toneladas entre Estados Unidos y la costa Caribe colombiana cuesta cerca de 2.000 dólares, cifra equiparable al costo de transportar la misma cantidad entre nuestra costa y el interior del país. Esto significa que el valor por kilómetro de tonelada transportada en el territorio nacional es unas tres veces mayor que el valor del movimiento internacional.
Pero el mayor escándalo es que el 70 % del tiempo antes mencionado (e. d., más de 120 horas) obedece a trámites de aduana y gestiones de legalización de la carga, en donde se puede presentar la disparatada situación en la que un mismo contenedor (que puede ser de aguacates) es abierto, inspeccionado y vuelto a sellar por una autoridad como el ICA o el Invima para luego ser objeto del mismo proceso por parte de otra autoridad como la Dian o la Policía Antinarcóticos.

¿Para qué gastarnos varios billones de pesos para reducir el tiempo de viaje en una carretera unas cuantas horas si la carga queda atrapada en los puertos por días enteros?

La deuda a propósito de implementar una verdadera inspección simultánea explica, en parte, que Colombia ocupe el lugar 94 entre 160 naciones en el Índice de Desempeño Logístico del Banco Mundial. En este somos ampliamente superados por Chile y México mientras nos ubicamos por debajo de países como El Salvador y Nigeria. Apenas logramos un puntaje superior al de Nicaragua y Burundi. ¡Hágame el favor!
Resolver el absurdo contra la competitividad de la nación tiene que ser una prioridad en la agenda del próximo presidente de los colombianos. La Misión de Logística y Comercio Exterior, liderada por el DNP, entregó recientemente recomendaciones para cerrar estas brechas, incluyendo acciones para fomentar la intermodalidad en el transporte de bienes, mejorar la infraestructura portuaria y de pasos fronterizos, impulsar la formación de capital humano y reconocer la diversidad y vocación productiva de las diferentes regiones del país.
El futuro primer mandatario podría empezar por articular y armonizar las interacciones Estado-Estado. ¿Para qué hacer inversiones billonarias en dobles calzadas si se encuentran colapsadas las entradas y salidas de las principales ciudades del país? ¿Para qué gastarnos varios billones de pesos para reducir el tiempo de viaje en una carretera unas cuantas horas si la carga queda atrapada en los puertos por días enteros?
Sin competitividad no hay progreso y estaremos nadando en contracorriente para mejorar la calidad del empleo y reducir la pobreza. Los entes públicos relacionados con la cadena logística nacional deben entender que el verbo para conjugar no es solo ‘controlar’ sino también ‘facilitar’.
EDUARDO BEHRENTZ
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