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Claves de sostenibilidad urbana (mensaje al gobierno entrante)

Para una mayor calidad de transporte público, a pie y en bicicleta se requiere el apoyo nacional.

Darío Hidalgo
La movilidad urbana es compleja. Somos millones de personas dispersas en el territorio tomando decisiones individuales sobre el tiempo y el modo de llegar a nuestro destino, con diferentes niveles de ingreso, diversas opciones disponibles y con información insuficiente. Esas decisiones individuales generan impactos colectivos: congestión en las vías y el transporte público, emisiones contaminantes, incidentes viales y ruido, entre otros. Las decisiones sobre la oferta de movilidad son fragmentadas: distintas instituciones y participantes del sector privado construyen, mantienen, operan la red vial y los medios de transporte. El resultado es caótico, insostenible, si no se gestiona adecuadamente.
A pesar de la complejidad, la experiencia global nos muestra que, si nos enfocamos en ciertas cosas, podemos avanzar muchísimo. Los mejores ejemplos vienen de Europa occidental, y si bien las condiciones en nuestras ciudades son bien distintas, son ideas adaptables a nuestro entorno.
¿Qué han hecho las principales ciudades de Europa occidental para mejorar su movilidad? Han reducido la participación de viajes en carro y han aumentado las oportunidades de acceso en transporte público, a pie y bicicleta, con servicios e infraestructura de calidad. Los cambios son notables, como lo muestran Buheler, Pucher y Althauser, en una revisión de tendencias en diez ciudades entre 1989 y 2014. En promedio, las diez ciudades evaluadas redujeron el porcentaje de uso de carro en 7,5 por ciento en un periodo de 20 años, al tiempo que aumentaron el uso de bicicleta en 4,5 por ciento; la caminata, en 3 por ciento y el uso de transporte público, en 0,6 por ciento. Copenhague subió el uso de bicicleta de 29 por ciento en 1993 a 37 por ciento en 2013, Viena aumentó el uso de transporte público de 29 por ciento en 1993 a 39 por ciento en 2012, Londres incrementó la caminata de 23 a 30 por ciento.

Tenemos un activo valioso en movilidad que debemos preservar. Las ciudades colombianas tienen un reparto modal sostenible.

Para lograrlo, las ciudades europeas aumentaron restricciones al uso del carro: alto precio de combustibles; reducciones de velocidad de circulación; calles angostas (sin autopistas urbanas en los centros históricos); gestión de estacionamiento (prohibido o pagado); licenciamiento de conducción estricto y costoso; altos cargos a la propiedad y uso de vehículos; cargos de congestión (en Estocolmo, Londres) y zonas de bajas emisiones.
Al mismo tiempo, aumentaron significativamente la oferta de modos sostenibles, con políticas de apoyo económico, de uso del suelo y planificación urbana: mejoraron la cantidad y calidad de transporte público y la información a usuarios; implantaron tarifas descontadas en transporte público para adultos mayores, personas con discapacidad, estudiantes; desarrollaron servicios integrados a nivel metropolitano; crearon zonas sin carros, áreas peatonales y zonas de tráfico calmado (menos de 30 km/h); construyeron redes para bicicleta y avanzaron en planeación coordinada de usos del suelo con la oferta de transporte público, peatonal y ciclista. No son ‘ciencia de cohetes’, pero sí son poco comunes entre nosotros, que seguimos pensando que las autopistas y grandes intersecciones viales a desnivel resuelven los líos del tráfico.
Tenemos un activo valioso en movilidad que debemos preservar. Las ciudades colombianas tienen un reparto modal sostenible. La mayoría de las personas seguimos viajando en transporte público (57,1 %), en bicicleta (5,5 %) y a pie (5,1 %), de acuerdo con las encuestas de percepción ciudadana de la Red de Ciudades Como Vamos (promedio ponderado por población para 12 ciudades).
Principal modo de transporte en 2017

Principal modo de transporte en 2017

Foto:Red Cómo Vamos

Sin embargo, la tendencia es hacia la insostenibilidad (contraria a la de las ciudades europeas). Con excepción de Bogotá, donde la participación de transporte sostenible (a pie, bicicleta y transporte público) se ha mantenido estable en 78 por ciento entre 1998 y 2017, en las demás ciudades las personas reportan reducción entre 1 y 30 por ciento en los viajes agregados en transporte público, a pie y en bicicleta, al tiempo que reportan aumento el uso del carro (hasta 9 por ciento en Barranquilla entre 2008 y 2017) y la moto (hasta 21 por ciento en Cartagena entre 2005 y 2017).
La explicación de esta tendencia hacia movilidad menos sostenible está, por un lado, en el aumento de ingreso, que favorece la compra y uso de carros y motos, y por otro, en la baja calidad del trasporte público y de la infraestructura para caminar e ir en bicicleta. Esta mala calidad hace difícil retener los viajeros en los modos sostenibles.
Esto es especialmente crítico en el transporte público convencional y masivo. El promedio ponderado de satisfacción de buses, busetas y colectivos tradicionales es 52 por ciento en 11 ciudades y de servicios de transporte masivo es de 40 por ciento en ocho ciudades. En Cartagena (Transcaribe), Manizales (cable), Medellín (metro) y Pereira (Megabús), la calificación de los servicios de transporte masivo es superior a los de transporte colectivo tradicional. Pero en Barranquilla (Transmetro), Bogotá (TransMilenio), Bucaramanga (Metrolínea), Cali (MIO), los usuarios califican el transporte masivo muy por debajo de los buses y busetas convencionales. Esto es preocupante, porque uno de los objetivos fundamentales de la política pública nacional de apoyo a los sistemas de transporte masivo es la calidad.
La presentación de estos números para las ciudades colombianas deja claro que no vamos por buen camino. Cae la participación en el total de viajes de los modos sostenibles (transporte público, en bicicleta y a pie), y cae la satisfacción de los usuarios, especialmente con el transporte masivo.
Para revertir esta tendencia se requiere apoyo nacional. Sería oportuno que el próximo Plan de Desarrollo incorpore metas en este sentido: mantener la participación de modos de movilidad urbana sostenible, a pie, en bicicleta y en transporte público, y mejorar la satisfacción de los usuarios como política pública, acompañada de recursos de inversión y herramientas para la sostenibilidad futura.
Es una buena noticia que continuará el apoyo a inversiones en transporte masivo en Bogotá con la primera línea del metro, nuevas troncales y tren de cercanías. También se vislumbran nuevos proyectos de tranvía en Medellín (calle 80) y Barranquilla (calle 30), cable en Pereira, y se discute el corredor verde en Cali. Esto contribuirá en mejoras de cobertura y calidad de transporte público, pero no será suficiente. Más allá de proyectos puntuales, se necesita integración de los sistemas de transporte público, inversión en infraestructura para peatones y bicicletas, y recursos sostenibles para que los sistemas de transporte público no dependan exclusivamente de la tarifa que pagan los usuarios.
DARÍO HIDALGO
Darío Hidalgo
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