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Una forma de suicidio

Sin agua no hay nada. No hay vida, ni salvaje ni no salvaje. Nada.

1. Conocí a un hombre que se fumó una herencia en un año. Un edificio entero se fue al retrete. Fumarse la casa donde se vive equivale a una forma del suicidio. Primero se fumó los muebles, los electrodomésticos y las joyas de la mamá, que tanto quería; luego vendió su propio lugar de habitación y tuvo que salir sin nada a la calle, hasta que una pulmonía o un cáncer o una tristeza lo mató. Murió solo.
2. La gente de un pequeño pueblo vivía de pescar en una ciénaga. Al cabo de un tiempo de abundancia, algunas familias comenzaron a rellenar la ciénaga para levantar más casas para su prole, cosa que en muy corto plazo los convirtió en amos y señores del pueblo. La rellenaron tanto que un buen día no tuvieron ciénaga dónde pescar. Los pescadores dejaron de serlo y tuvieron que salir a inventar destino en otros lados.
3. Hay una actividad humana que representa un riesgo para los sistemas respiratorio, nervioso, gastrointestinal y linfático. Una actividad que, además, acaba con las fuentes de agua, envenena el aire y trae consecuencias funestas para el medioambiente. Pese a esto, es una actividad rentable que puede generar muchos puestos de trabajo y un considerable excedente de capital que podría destinarse al desarrollo de las regiones donde se practique esa actividad humana.
Como ven, es una actividad humana que representa una contradicción clarísima.
Produce un inmediato deterioro de la zona y terribles consecuencias para la salud de las personas y acaba casi inmediatamente con el agua, quizás el recurso que más se valorizará en los años de cambio climático que se vienen. Esos terribles efectos se producen a cambio de dinero. Mucho dinero. La promesa de quienes abogan por esa actividad humana es que con ese dinero se desarrollará una infraestructura que tendrá un impacto social muy positivo.
Por experiencias anteriores en Colombia y el mundo, se sabe que cuando un país aumenta el PIB, ese aumento no se distribuye equitativamente entre sus habitantes sino que pasa a engrosar capitales de los grandes capitales. Entonces podríamos acuñar adagios populares del siguiente talante: “Puede que no tengamos salud, pero tenemos plata”, o “puede que no tengamos agua, pero tenemos plata”.
Esta columna es para recordarles a esos que quieren implementar esa actividad humana en el país que sin agua no hay nada. No hay vida, ni salvaje ni no salvaje. Nada.
La actividad humana a la que me refiero, que sin duda es una forma de suicidio, se llama fracking; y con ella terminaremos de enterrar a este país. Pueden ir abriendo la gran fosa común para todos nosotros.
Es obvio que si estuviéramos en nuestros cabales nadie aprobaría esa actividad humana, porque en la balanza del sentido común no parecen pesar lo mismo las pérdidas y las ganancias. Pero como hay tanto dinero de por medio, sabemos que esa plata se puede usar para convencer a políticos, comerciantes, maestros universitarios, empresarios y hasta organizaciones no gubernamentales de que el fracking o fractura hidráulica es buena para todos. Ah, el dinero, que sabemos cómo corrompe conciencias y hace que algo huela a podrido para siempre en el reino de Dinamarca (gracias a Shakespeare que las vio venir toditas).
El fracking, o fractura hidráulica, también es una forma del suicidio –entre otras cosas, porque nada que se llame ‘fractura’ puede ser bueno para la salud–.
Para una mejor comprensión del tema los invito a leer las siguientes columnas anteriores:
– Ojo con el fracking‘ (18 de abril de 2016).
– Referendo al fracking‘ (15 de diciembre de 2014).
– Más petróleo, menos agua’ (24 de marzo de 2014).
CRISTIAN VALENCIA
cristianovalencia@gmail.com
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