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El aborto de los hombres

¿Qué hacer cuando una mujer decide ser madre aunque su pareja no quiera ser padre?

Claudia Palacios
Alguien me cuenta que fue papá aunque no estaba en sus planes serlo, pero que no tuvo opción. La historia es así: el día de la relación sexual, él y su novia sabían que corrían el riesgo de quedar en embarazo, y por eso acordaron que ella se tomaría la píldora del día después. A las semanas la relación terminó, y a los pocos días su ahora exnovia lo llamó a decirle que estaba en embarazo. No cumplió el acuerdo de tomar la píldora del día después. Él le pidió que abortara, ella no aceptó. Nació un bebé de padres ya separados. ¿Debió ella haber abortado al conocer que él no quería tener ese hijo?, ¿debe él asumir esa paternidad?
En Colombia hay vacío legal para responder esas preguntas. De hecho, como me dice el investigador de la Universidad Libre David Murillo, si el hijo de un donante de esperma logra averiguar la identidad del donante, podría reclamarle manutención, pues si bien dos decretos determinaron proteger el anonimato del donante (hombre o mujer), no se ha reglamentado el carácter de “donante no definido”,  que –según legislaciones como la de Bélgica o la de Gran Bretaña– es quien lo hace para ayudar a quienes no pueden concebir, lo cual lo libera de toda responsabilidad paterna.
Este profesor está trabajando con congresistas en aras de construir el proyecto de ley ordenado por la Corte Constitucional en la reciente sentencia que dejó sin cambios el tiempo para abortar. El propósito, como él lo explica, es salvar vidas, en el sentido de que la paternidad y la maternidad solo deben ser producto de decisiones conscientes y deseadas, pues de otra manera no se le garantizan los derechos fundamentales al ser humano que nace.
En el caso de la persona que les cuento –mujer que decide ser madre aunque su pareja no quiera ser padre–, la propuesta plantea que se le dé la denominación de “donante no definido”, lo cual, como ya dije, lo exime de la responsabilidad paterna. Veo venir el rechazo de quienes se oponen a ultranza al aborto, con el argumento de que esto les daría permiso a los hombres irresponsables –que en Colombia son miles– para liberarse de la cuota alimentaria. Por eso creo que es necesario que dicha propuesta incluya que la voluntad del hombre de no ser padre quede debidamente legalizada durante un tiempo por definir dentro del periodo de gestación.
¿Es esta una manera de promover la paternidad y maternidad responsables y, por ende, de garantizar que los niños y niñas crezcan con amor, respeto, educación, etc.? Creo que sí. Intuyo que muchas mujeres, ante la negativa de sus parejas, pensarán bien si quieren hacerse cargo solas de la crianza de un ser humano. Pero a esas mujeres hay que permitirles tomar la decisión de abortar sin que los estigmas las arruinen emocionalmente, lo cual solo será posible con una educación sexual realista, desprovista de moralismo y religiosidad.
La iglesia, por lo menos la católica, debería ocuparse de solucionar los graves problemas que amenazan su existencia en vez de seguir metida sin permiso, como violadores, en el cuerpo de las mujeres. Es necesario que desde la niñez se enseñe a respetar el cuerpo, al punto de no compartirlo con cualquiera. Esto disminuiría la promiscuidad y daría pie a que se asuma cada relación sexual como un acto de enormes consecuencias para la vida y la salud y, por ende, a que se usen métodos de protección, que deben estar al alcance de todos.
El comportamiento sexual de las personas debe ser desprovisto de juicios de valor. En ese sentido, el aborto debe ser enseñado como un mecanismo legal y viable, no obstante ser el menos deseado, para que cada persona pueda desarrollar responsablemente su proyecto de vida y para que cada vida sea valorada en su plena dimensión, y no en la meramente biológica.
Claudia Palacios
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