¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

¿Cómo se financiaría el posconflicto?

La decisión es si los costos los asumimos nosotros o se los dejamos a las próximas generaciones.

Una nueva ola de temores invade a nuestra sociedad, en especial a aquella que ha vivido en medio de la abundancia con las ventajas del subdesarrollo. Una de tantas preguntas aún sin respuesta tiene que ver con la financiación del posconflicto. Esta preocupación se agrava cuando surgen análisis que afirman que los dividendos de la paz posible ya se han obtenido y que son los que explican que la economía colombiana, desacelerada, no esté en crisis.
Si el posconflicto trae, como muchos esperan, un período de grandes transformaciones y la posibilidad de ponerse al día con los cambios que convertirían a Colombia en una verdadera democracia, serán muchos los recursos que se demandarán durante un largo tiempo. Por tanto, es válido el temor de que la paz que llegaría cuando se remedien muchos males de esta sociedad no va a ser, de ninguna manera, gratis.
Cuánto costaría, nadie puede predecirlo ahora porque dependerá del ritmo de los cambios; de la aceptación ciudadana de estos e inclusive del contexto de la economía nacional e internacional. Pero algo que sí debe empezar a discutirse es quiénes serán los que financiarán las transformaciones nacionales sin las cuales los avances que se logren quedarían en serio peligro.
La decisión que tiene que tomar este país es si los costos los asumimos nosotros o se los dejamos a las próximas generaciones. Asumirlos nosotros implica pagar impuestos porque es la única forma de tener recursos inmediatos para que el Estado pueda asumir esas responsabilidades, que serán ineludibles. Ahora bien, si lo que de una u otra manera se cree es que esos gastos los deben asumir las generaciones futuras, con el argumento de que serían los que recogerían más beneficios al vivir en un mejor país, eso implica endeudamiento interno y externo. Ya el Estado vendió todo lo que podía, y si ahora los colombianos rechazan el alza de impuestos, especialmente los que más recursos tienen y menos pagan porque impiden mayores cargas impositivas con su poder político, la única solución es mayor deuda. Así de simple.
Es un tema de fondo tener claridad sobre estas dos posibilidades extremas para no seguir postergando indefinidamente las transformaciones que le darían estabilidad al proceso de paz. Al mirar la situación actual del país, en la cual coinciden una época de cambios impostergables con una economía desacelerada que ha generado grandes incertidumbres, no hay todo el espacio político que se requeriría para una verdadera reforma tributaria que suba el peso de impuestos sobre PIB del 17 al 20 o 25 por ciento.
Las empresas se quejan, algunas con razón y otras sin ella, porque todavía gozan de las prebendas de la ‘confianza inversionista’ del largo período de gobierno del expresidente Uribe; los dueños de estos sectores, los individuos con grandes fortunas que no pagan los impuestos que debieran, se escudan en sus respectivas empresas para impedir esos necesarios nuevos impuestos que tocan su riqueza personal y no a sus industrias; el resto de la población teme, con razón, que se descargue toda la presión fiscal en aquellos impuestos como el IVA, que generarían fondos rápidos pero tocan directamente el bolsillo de los colombianos de recursos medios y bajos.
Lo que probablemente sucederá si gana el Sí, como esperamos, es que se combinen las dos posibilidades reales: aumento de impuestos y aumento de endeudamiento. Es decir, un reparto, ojalá equilibrado, entre los ciudadanos de hoy y los del futuro, nuestros descendientes. Ojalá el gran valor que tienen los hijos y los nietos para cualquier ciudadano sea el estímulo para que nosotros, los que aún estamos aquí, paguemos una buena parte de los recursos que el país necesita ahora y en las próximas décadas.
CECILIA LÓPEZ MONTAÑO
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO

Más de Redacción