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¿Se va Cataluña?

Por años, Rajoy permaneció inactivo ante la hiperactividad independentista del gobierno de Cataluña.

Pasó lo que se esperaba. Al igual que en la novela de Saramago, 'La balsa de piedra', en la que un día un perro empieza a ladrar en Cervera, la frontera con Francia, España se desprende físicamente del continente europeo y empieza a flotar sin rumbo en el océano Atlántico. Ahora, no en la ficción, madre de toda realidad, sino en los hechos contundentes, Cataluña puede empezar a separase de España.
Desde hace seis años, Rajoy y su gobierno han permanecido inactivos ante la hiperactividad independentista del gobierno de Cataluña, presidido por Puigdemont. Ha sido un enfrentamiento largo y angustiante en el que Rajoy solo ha declarado la ilegalidad de los intentos independentistas. Puigdemont ha tomado todas las medidas, pasando por encima de todos los límites de la Constitución española y del estatuto de autonomía de Cataluña, para poner a votar a los ciudadanos en un referéndum que le dé el paso a la independencia.
Solo pensando en la ley, Rajoy instruyó a jueces y fiscalía bajo su control y mandó a la carga a la Policía Nacional para impedir el referéndum del primero de octubre. Ese día hubo más de ochocientos heridos por la carga policial, sin lograr el cierre total de las mesas de votación. Una red encubierta, como si fuera de la resistencia en la ocupación nazi en Francia, logró distribuir miles de urnas, compradas a una empresa china, y millones de papeletas de votación, logrando establecer los instrumentos para votar.

La votación y los resultados fueron tan irregulares que había sido escrutado el 100,8 por ciento (sic). Hay gente que manifiesta haber votado tras veces

Por supuesto, es un referéndum que en todas partes se considera inválido porque no contó con el censo electoral; el sitio de voto fue universal (es decir, sin obligación de hacerlo en el sitio donde los ciudadanos se empadronaron); no hubo consejo electoral, pues había renunciado días antes; sin testigos de los partidos en las mesas de votación, y el escrutinio de los votos lo hicieron los mismos organizadores. Así son las elecciones que hacen los dictadores.
En Colombia las vemos como un gran chocorazo masivo, institucionalizado, clara y públicamente orquestado. Según los recuentos de votos hechos por la Generalitat, la participación llegó al 42 por ciento del electorado, representados en más de 2,2 millones de votos, de los cuales el 90 por ciento fueron por el Sí. Los partidos socialista, Ciudadanos y Popular habían pedido no ir a las urnas. La votación y los resultados fueron tan irregulares que había sido escrutado el 100,8 por ciento (sic). Hay gente que manifiesta haber votado tras veces.
Dos días después del referéndum, todo es incierto. Hay un paro de protesta por la acción policial. Puigdemont va a pasar la propuesta de declaración de independencia al Parlament. Los partidos, en Madrid, superados por los hechos, no acuerdan una respuesta a la crisis. La opinión de los críticos sobre la inexistencia de planes y propuestas políticas parece ser cierta y dramática.
Las encuestas han mostrado sistemáticamente que el 80 por ciento de los catalanes quieren tener el derecho de decidir su destino, en elecciones legales. No obstante, los partidarios de la independencia no superan el 43 por ciento.
Este conflicto ayuda a tapar la corrupción de que se acusa a estos dos bandos políticos. La torpeza política también ha llevado a dos irracionalidades enfrentadas: el inmovilismo, liderado por Rajoy, y el independentismo, liderado por Puigdemont. No se ha dado lo único que debiera darse: el diálogo. En la mitad, apretados, en sándwich, hay una enorme cantidad de catalanes que buscan razón y sensatez. Dicen que se necesita una solución política, pero se ve imposible que los que han dirigido este desastre puedan hacerlo.
En este octubre, el calor del verano se ha extendido. Es un otoño en el que todavía no han caído las hojas de los árboles.
CARLOS CASTILLO CARDONA
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