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El mágico Bogotá real

El guion empieza en el aeropuerto El Dorado; se deben superar múltiples retos en distintos niveles.

Mi amigo Steven pasó por Bogotá y, en vez de escribir una crónica de su viaje, decidió escribir las bases de un guion para un videojuego que empieza en el aeropuerto El Dorado y en el que se deben superar múltiples retos en distintos niveles (N) para llegar a la ciudad feliz. Son los mismos que superan los bogotanos:
“N1: Usted, en el aeropuerto, debe conseguir un taxi legal, después de haber registrado la pérdida de una de sus maletas. Ojo en el camino, pues dos tipos en moto, con pistolas, atajan el taxi, los hacen parar y le roban el equipaje que le queda. Trate de evadirlos: salte la barda a su izquierda, súbase de un salto a la estación de TransMilenio, sin pagar, por la puerta de vidrio que no cierra. Tome el próximo articulado que pueda, no importa la demora. No le diga nada al policía que está distraído mirando su celular; no les haría nada a los asaltantes, pero lo inculparía a usted. Cuídese: agarre su celular con una mano y sus documentos con la otra. Trate de hacerse paso a empellones entre los pasajeros y descienda en la estación a la que el juego lo ha llevado. Ha superado varias pruebas y pasa al segundo nivel. Gana bonos.

En su recorrido, usted llega a la plaza de Bolívar. Al sur ve cerros de miseria. Las palomas no lo dejan caminar.

“N2: Se apea en el centro de la ciudad. Toma rumbo hacia el sur por la carrera 7.ª peatonal. En el difícil recorrido esquivará vendedores ambulantes, mendigos, jíbaros, drogadictos, borrachos, estafadores disfrazados de guías, carteristas, raponeros, vendedores de monitas del Mundial, de películas piratas, de libros piratas y de la mercancía basura traída en el último contrabando.
“También tendrá que caminar entre peatones apresurados, payasos con altavoces, ciclistas por el andén, carros que se vuelan los semáforos y manifestantes que protestan en vano, ante los oídos sordos de los gobernantes locales o nacionales.
“En su recorrido, usted llega a la plaza de Bolívar. Al sur ve cerros de miseria. Las palomas no lo dejan caminar. Sus excrementos le caen encima. Está lleno de gente desempleada, nada hacen. No entre al Palacio de Justicia, a menos de que tenga acumulados suficientes bonos para comprar. Tampoco lo haga en el edificio del Congreso, por razones idénticas. A la alcaldía no entre: todo es autoritario, nada es participativo. Ni se le ocurra bajar a San Victorino. Todo puede ser peor. Usted va al Palacio de Nariño, pero el nuevo gobierno no sabe qué hacer con usted y lo premia mandándolo a un nuevo nivel, al comienzo vehicular de la carrera 7.ª, que lo lleva al norte de la ciudad.
“N3. Como tiene bonos, se puede comprar un carro modesto, y sin guardaespaldas. No se le ocurra desviarse a los cerros por la vía a Choachí, pues quedará bloqueado por uno que otro asalto, por huecos, por las rocas que caen sobre la carretera o por largas procesiones para la Virgen de Guadalupe.
Siga la 7.ª al norte. Esquive locas motos que se atravesarán y buses que tratarán de estrellarlo. Hay semáforos sin sincronización y policías que piden papeles. ¡Horror, usted está violando el pico y placa y no tiene la revisión técnico-mecánica! El policía lo quiere llevar a patios. Usted, en vez de darle la coima que pide, sale corriendo. Sube a un taxi. Cambia de nivel.
“N4. Llega a un barrio residencial, el taxista le cobra más de lo debido. No busque un parque apacible: Peñalosa hizo cortar los árboles por la noche y ya tiene las maquinarias para construir canchas. No hay casa en pie, las tumbaron para hacer edificios altos. El ruido es insoportable. En un andén lleno de obstáculos, como bombardeado, asaltan a dos turistas. Los tres policías de la esquina no los miran, están ocupados con sus celulares. El prostíbulo...”.
* * * *
Aquí me canso yo. No sigo leyendo ni trascribiendo el guion. Faltan cinco niveles más.
CARLOS CASTILLO CARDONA
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